sábado, 4 de agosto de 2012
Papalote, besos y licuados.
Con
sus manos frías tocó, con su mente brillante la cambió. Con su boca dulce
convenció, con su seria voz manipuló. Con un “Te amo” la enamoró, con un “Por
siempre” se adueñó. Con mentiras envolvió. Con su adiós destrozó.
Papá.
En mi infierno no había fuego, habían puños. En
mi libro no habían palabras, sólo sentimientos. Mis lágrimas no tenían agua,
tenían aire, en mi árbol no habían hojas, sólo ramas. No quería hacerme daño
porque en realidad no quería nada de mi, no pensaba en mi dolor porque el de
él, era más grande. No había un dulce olor familiar, sólo había olor a alcohol,
con el cual algún día debí incendiar tantas promesas de falso amor. No hay odio
en mi corazón, sólo una despedida que no pasó, no hay sangre que nos una para
siempre, no hay ni un poco de rencor, hay maldiciones y signos de interrogación,
hay un te amo que nunca se ganó. No hay una hija y un padre, para ese tipo de villanos no existe prisión.
Ya no hay una niña que lloraba por dolor, sólo hay un deseo de otorgarle el
perdón. Y no deseo su regreso, tampoco un abrazo, deseo saber de él pero no de
su fracaso. Siempre estarás presente y aunque estés lejos te deseo suerte, no te avergüences de ser un padre ausente.
El toro rojo.
El
toro rojo quiere encontrar unas manos que la hagan vibrar. Su mente no cree en
mis palabras, sus labios se mueren de ganas. Pobre toro confundido, entre dudas
y locuras se ha perdido. El toro salvaje no cree en el amor, tan pocos años,
tan poco pudor. Con ojos profundos te dice que no, argumentos absurdos,
fotografías y alcohol. El toro rojo es diferente, tiene alma, un alma demente.
COBARDE...
Tan joven, tan mentiroso. Insinúa deseos y
promete amor. Buscando almas solitarias para hechizar, saca todo lo que puede y
cuando no hay nada comienza a volar. Tan cobarde, sin moral pensando que nadie
lo merece, llora lágrimas sin sal. Un títere, un encanto, se devora tu dignidad. Fácil te enamora y así fácil se va. Y no
pienses en olvidar su nombre, él no te dejará. Te compra flores y las hace
marchitar. Con el sol escapa con el viento viene, siempre busca un lugar seguro
pues a la soledad le teme. Siempre con el mismo cuento, ganando a las mujeres
fingiendo sufrimiento. Tan rápido, tan invisible. Entra a tu casa cuando nunca
le abriste, es un abrigo cuando tienes frío es el alcohol de tu maldito vicio.
Tan amigo, tan fuerte, te da protección, te sientes valiente, no tiene corazón.
Acostado en el sillón con la nueva victima olvida que mueres, que te lastima. Intenta ser bueno pero no le
funciona ahora quiere amar pero su pasado no perdona.
sábado, 21 de abril de 2012
En contra de nadie.
Ella siempre estaba ahí, deteniéndome, pisándome, impidiéndome seguir con mi vida. Era mi sangre ¿Cómo podría verme tan acabada y aun así no hacer absolutamente nada para ayudarme? Éramos una misma, mis lágrimas eran sus lágrimas, mi dolor le dolía, mi silencio la ensordecía.
—Necesito alejarme de ti, me estas matando. Estás acabando
con mi paz, con mi felicidad, con mi esperanza, estás acabando conmigo.
Mientras mis labios pronunciaban esas sentidas palabras, me
di cuenta de que llevaba toda mi vida hablando con ella, sin verla a los ojos.
No sabía como era su cara, ni su pelo, no podía ver la forma de su barbilla, ni
si era alta y delgada. No tenía la menor idea de con quien había estado
durmiendo desde el día en que nací hasta esa noche que decidí alejarme de su
egoísmo y su amargura para siempre.
—Regresarás
—No lo haré, estoy harta de ti
—Regresarás, siempre lo haces
—¿Sabes por qué?
— Porque te gusta ser
miserable.
Y así me vi despidiéndome de ella.
Despidiéndome de mi misma.
jueves, 19 de enero de 2012
"Doble moral" VI
MIGRAÑA.
Desperté y Victoria estaba maquillándose. Me vió y sonrió. Yo estaba
confundida, por lo que había pasado la noche anterior ¿Cogí con ella o sólo nos
dormimos en la misma cama?
-“Ni los buenos días me das Georgie, ni que hubiéramos dormido juntas
ja, ja, ja.” Esas fueron las palabras de Vicky cuando vió que estaba despierta
viendo el techo, tratando de aclarar en mi mente que había sucedido la noche
anterior.
Nos acostamos y empezamos a hablar de lo que había pasado. Le pregunté
si habíamos tenido algo la noche anterior y empezó a contarme exactamente lo
que pasó. Cuando nos fuimos al cuarto teníamos frío y estábamos muertas, así
que nos metimos a tomar un baño caliente. Salimos del baño y nos acostamos a
dormir en la misma cama, porque Andrea no estaba y no quería dormir sola en la
litera, yo estaba acostada de lado y Victoria me abrazó, metió su mano en mi
tanga y yo le contesté: No jodas Vicky ya hay que dormirnos. Me dijo que de
verdad quería estar conmigo la noche pasada, pero que yo no quise y fue así que
decepcionada se acostó viendo hacia el otro lado hasta que se quedó dormida. Al
escuchar sus palabras me tranquilicé, no quería tener una aventura con
probablemente la única amiga que iba a encontrar en el trabajo. Se empezó a
reír, se recostó y yo me acosté en su abdomen. Ella me empezó a contar de el
vestido de stripper mas ridículo que había visto en su vida, no terminó de
contarme la historia porque justo en ese momento, alguien nos interrumpió.
Escuchamos un ruido en el baño, como si un animal estuviera atrapado y
herido. Era como el llanto de un perro atropellado que daba miedo y aturdía. Nos asustamos pero fuimos corriendo hacia el baño, abrimos la puerta y vimos
algo mas triste que cualquier animal herido.
Era Andrea, tan delgada como siempre y tan desnuda como la noche
anterior, pero con algo lamentablemente diferente, la piel golpeada y el alma
destruida.
Estaba bañándose. Su rubio y mojado cabello le cubría la mitad de la
espalda, tenía una expresión de dolor en su cara, no dejaba de llorar. Su
mejilla derecha estaba raspada y su abdomen tenía golpes marcados que dejaban
ver moretones casi negros.
Nos vió entrar y no se pudo contener mas, salió de la regadera y se
dejó caer al piso amarillo y brilloso del baño. No dejaba de llorar, pero no
era un llanto de tristeza, era un llanto de rabia, de dolor, de odio.
Lloró por una media hora. Para cuando se tranquilizó, su cuerpo desnudo
estaba casi seco y el agua la había enfriado. La metimos a bañar con agua
caliente, salió, le dimos ropa, toallas y la sentamos en la cama con mucho
cuidado, ya que tenía el abdomen prácticamente desbaratado y el dolor no la
dejaba moverse mucho. Vicky empezó a cepillar su largo y rubio cabello con
mucho cuidado y pregunté lo que alguien tenía que preguntar en algún momento:
¿Qué pasó? Victoria me vió con miedo y Andrea empezó a llorar de nuevo. Se
tranquilizó al cabo de quince minutos y empezó a contarnos lo que había pasado.
La noche anterior, en la que Victoria y yo nos fuimos al cuarto, ella
se quedó teniendo relaciones con un hombre llamado Alan. Cuando terminaron,
ella se vistió y él la aventó a la piscina. Los dos estaban muy ebrios y fue
por eso que Andrea no se lo tomó a broma. Se salió de la piscina rápidamente y
le dio una bofetada. Los que quedaban despiertos que pudieron ver esa escena
empezaron a burlarse de él. Alan, molesto, la volvió a empujar a la alberca y
le dijo que nunca volviera a tocarlo con sus manos de puta barata. Andrea le
contestó que él era tan patético y poco hombre que tenía que pagar por sexo,
que ella podía ser puta, pero era inteligente y podía conseguir al hombre que
quisiera, no como él, que había olvidado lo que era conquistar una mujer. Todos
empezaron a burlarse de nuevo de Alan y el la agarró a bofetadas, se la llevo
al jardín trasero y empezó a patearla, la desnudo y la violó analmente para
comprobarle, según él, lo hombre que era. Gritó y lloró toda la noche pero
nadie fue a ayudarla.
Al final se la llevó arrastrando a los cuartos, le dijo que se fuera a
dormir, que al día siguiente estaría el desayuno preparado y que tratara de
descansar. Le dió una toalla, un beso y se fue.
Toda esta pesadilla estaba ocurriendo media hora antes de que nosotras
despertáramos. Si tan sólo hubiéramos escuchado sus gritos, si nos hubiéramos
despertado treinta minutos antes, hubiéramos podido ayudarle.
Cuando Andrea terminó de contar la historia, Victoria tenía las
mejillas con rímel escurrido y las lágrimas no dejaban de salir de sus ojos.
“Es mi culpa, lo siento tanto mi vida, de verdad lo siento”, decía
Vicky acariciando la barbilla de Andrea. Ella le contestó: “No es tú culpa, yo
sé lo que hago y acepto las consecuencias, deja de preocuparte, no eres mi
madre.” –Pero si soy tu hermana y te metí en esto Andrea. Perdón.
No podía creerlo; Victoria y Andrea eran hermanas. No se qué me parecía
más imposible, si lo diferentes que eran físicamente: Victoria era alta, con
curvas, ojos cafés y tapatíos y Andrea rubia, chaparra, anoréxica y con ojos
azules. O que Victoria haya metido a su hermana menor en ésto. Estaba confundida
y el ambiente era tan tenso, que decidí salirme del cuarto para que hablaran. No
quería ir al jardín por miedo de encontrarme a Alan y que me fuera hacer lo
mismo que le hiso a Andrea la noche anterior, así que me quedé sentada enfrente
de la puerta de madera que dejaba escuchar hasta el más mínimo sonido que se presentaba
en ese cuarto. Escuché a Andrea llorando y suplicándole a Victoria que no lo hiciera. Yo no
entendía que estaba pasando, que quería Andrea que no hiciera Victoria.
"Doble moral" V
-¿Linda, eres tú?
Escuché gritar cuando cobraba mi sueldo en la caja de la barra del bar. Era
ella, mi amiga bella y desaparecida, mi maestra de baile…
¡Victoria! Grité
entusiasmada. Ella corrió a abrazarme como si fuéramos amigas que se conocen de
toda la vida y llevaban años sin verse. Me dió una nalgada por segunda vez y me
dijo que me veía muy diferente, a lo que aclaró: “Pero un buen diferente”
Ella llevaba puesto un
mini short de mezclilla, unas botas negras y un suéter que dejaba ver el
tatuaje extraño que tenía en el abdomen. Sólo ella podía verse tan puta y tan
bien a la vez.
Me preguntó mis
planes para esa noche. Le contesté que no haría nada, con una mirada de confusión y me
dijo que ella ya se iba a una “Fiesta” a un lugar que estaba a tres horas de
ahí. Me dijo que manejaría su amiga Andrea. Que era una fiesta de puros hombres y
que les iban a pagar tres mil pesos a cada una por ir a bailar y se podían
quedar a dormir en la casa de invitados, con todo el alcohol y alimentos
gratis. Podían usar la piscina y la única condición es que bailaran una hora y
festejaran con ellos toda la noche. Por supuesto me invitó y yo hice lo que
cualquier mujer en mi posición hubiera hecho. Aceptar. O bueno, lo que cualquier mujer
EBRIA en mi posición habría hecho.
Le dije que no tenía
ropa o trajes de baño, que tendría que ir a mi hotel y me dijo que no, que
tenían prisa, que ella traía ropa de más y que me prestaba lo que quisiera. Fue
así que me subí a la camioneta de Andrea, una mujer delgada, casi anoréxica,
rubia y con sonrisa diabólica.
Andrea tenía su maleta en el asiento de
copiloto por alguna estúpida razón, así que Vicky se fue conmigo en la parte
trasera. Yo sólo quería dormir. Me esperaba una noche y un día de irónicamente,
cosas inesperadas, pero Victoria, era una fiesta con senos y realmente me pegaba
su buen humor. Eran las tres de la mañana y nosotras estábamos en carretera
tomando vodka con jugo de piña, cantando canciones de una estación de música
romántica. Andrea hacía bromas cada dos minutos sobre absolutamente todo y por
primera vez en mucho tiempo, me sentí feliz, libre y despreocupada. Cómo me
hubiera gustado que Tili estuviera ahí. Ella era la persona con la que hacía
ese tipo de estupideces y sentía que le era infiel de alguna forma a nuestra
amistad al estar embriagándome sin ella ahí.
No sé cuanto tiempo
pasó o en que momento pero Vic y yo nos quedamos dormidas. Alguien empezó a
tirar de mi cabello y a tocar mi cuello, eran unas manos heladas y extremadamente
huesudas. Claro, eran las manos de Andrea. Ya habíamos llegado.
Cuando bajamos de la
camioneta no lo podíamos creer: Era una casa blanca hermosa, con una pared de
cristal, con kilómetros de bosque a su alrededor, una piscina iluminada y unos
veinte hombres jóvenes esperando adentro. Nos recibieron dos hombres guapos y
educados y nos llevaron a un cuarto con dos literas y una cama matrimonial. Nos
dijeron que ése era nuestro cuarto y que saliéramos cuando estuviéramos listas. Andrea escogió la cama de arriba de la litera, yo escogí la matrimonial y
Victoria la de debajo de Andrea. Empezamos a arreglarnos, fumábamos, nos
reíamos escuchábamos el ipod de Victoria que habíamos conectado a unas bocinas
del cuarto y armábamos nuestro propio desmadre, hasta que dieron las siete y
decidimos salir.
Los hombres empezaron
a gritar y a emocionarse como niños de preparatoria. En realidad no habían feos
y eso me tranquilizaba, Vic se metió a la alberca con dos hombres y empezó a
bailarles ahí. Andrea se subió a una mesa y empezó a desnudarse enfrente de
unos doce hombres. Yo no sabía que hacer, estaba completamente helada, hasta
que Victoria se acercó a mi y me preguntó: ¿Qué quieres hacer? Le contesté que
me daba igual y me dijo: “Pues tienes que hacer algo, para eso nos pagan. Mira, ya sé, hay que hacer un espectáculo para estos pobres diablos, así no vas a estar
sola” Yo sólo decía que si pero no entendía de que hablaba. Me aventó a la
piscina y todos empezaron a aplaudir. Cinco hombres se quedaron viendo a Andrea
y todos los demás estaban con Vic y conmigo. En la piscina había un especie de
plataforma para tomar el sol, te acostabas ahí y el agua apenas tapaba una
parte de tus senos. Victoria y yo nos subimos ahí y empezamos a bailar, todos
nos veían y gritaban obscenidades pero de alguna forma era divertido para mi. No me sentía ofendida ni obligada. De haber estado en el mismo lugar, borracha,
con mis amigas, hubiera sido lo mismo pero sin cobrar.
Vic me puso de
espaldas y pego su cuerpo en el mío. Empezó a besar mi cuello y yo no entendía
que hacía. Discretamente le pregunté y me dijo que era parte del espectáculo, que no fuera una santa. Me quitó la parte de arriba del bikini y luego ella se
la quitó. Nosotras seguíamos bailando al ritmo de la extraña música de estos
hombres y fue cuando me besó. Fue algo extraño porque no la conocía, ya había
besado mujeres antes e incluso me había preguntado si era bisexual, pero nunca
había sido así, con tanto calor en el cuerpo, con tantas ganas de besar, tal vez
era el alcohol, tal vez era su belleza y su seguridad, tal vez me gustaban las
mujeres, tal vez… Sólo me gustaba ella.
La mañana siguió y
nosotras cada vez perdimos mas el pudor, nos besamos entre Victoria, Andrea y
yo. Estábamos completamente desnudas, nadábamos por la alberca seguíamos
tomando sin parar, dejábamos que los hombres nos tocaran de vez en cuando,
bailábamos con ellos, los besábamos, les quitábamos la ropa y así siguió toda
la mañana hasta que el cuerpo no pudo más. Más de la mitad de los hombres
estaban dormidos en el jardín o en los camastro. Andrea estaba cogiendo con
uno en la alberca y los demás fumaban y jugaban cartas, Victoria y yo fuimos al
cuarto “A dormir” y decidimos tomar un baño caliente antes de acostarnos. Estábamos tan ebrias que no podíamos ni ajustar el agua para que no quemara. Nos bañamos juntas y al terminar me preguntó que si podía dormir en mi cama,
después de eso sólo recuerdo lo que pasó la mañana siguiente.
"Doble moral" IV
UNA PROFESIONAL.
Llegué a mi cuarto de hotel a las nueve de la noche, era domingo, así
que no tendría que trabajar. Me tranquilizaba y me frustraba, porque recordaba
que no tenía nada interesante que hacer mas que bailar por las noches. No era
una vida divertida y tampoco era como en las películas; no te llenaban la ropa
interior de billetes, las bailarinas no eran como hermanas, al contrario, todas
se odiaban y el dinero lo gastabas en vestuario, hoteles y cosas que no te
permitían tener una vida de buena calidad a la que estaba acostumbrada. Pero
tal vez, era sólo el principio, aprendería a administrarme, manejaría mis
horarios, podría estudiar al mismo tiempo, y dormir todo el domingo, que era mi
día libre. La clave del éxito está en la paciencia y en la dedicación. Para
cuando terminé de analizar todo esto, eran las doce de la noche y me quedé
dormida.
-“Ya son las diez de la mañana señorita Mariana” el estúpido teléfono
otra vez. Sentía que había dormido ni cinco minutos y todavía me quedaba todo un
día de no hacer nada. Mis amigos estarían a esta hora mordiendo sus plumas,
usando sus celulares e ignorando al profesor que les tocara a esa hora, ya que
a las diez con treinta minutos, era el receso, y todos media hora antes, eran
como animales de zoológico que no habían sido alimentados en una semana.
Me paré de la cama despeinada y con mal genio. Fui a bañarme, pero esta
vez me aseguré antes de empezar, de que no hubieran insectos. Por suerte si había
agua caliente, tomé un baño largo y empecé a cuestionarme que iba a hacer con
mi día. Fue cuando decidí conseguir otro trabajo. No sabía hacer muchas cosas
pero nada podría ser peor a lo que ya hacía. Salí de bañarme, me arreglé lo
mejor que pude y tratando de verme lo mas adulta posible, me puse mis lentes
para verme mas intelectual y fui a desayunar al café de la esquina para después
ir a conseguir empleo.
Eran las siete de la noche. Había gastado setecientos pesos en taxi. Había
ido a pedir trabajo de secretaria en mínimo diez lugares y ninguno me aceptó
por mi poca experiencia. Fue todo un día tirado a la basura. Los tacones me
mataban y tenía que seguir usándolos en mi trabajo nocturno. La vida
independiente no era tan fácil como lo había pensado.
Fui directo al club y esta vez entré como si llevara toda mi vida ahí,
el cadenero sabía mi nombre. Ya no sentía el sudor frío en la espalda, firmé en
la hoja de entrada y fui a arreglarme con la “mami”. Ésta vez me esmeré un poco
mas, me puse un sostén de encaje rojo, una tanga que hacía juego, un vestido
negro que de pura suerte cubría la mitad de mi desnudo trasero y unos tacones
rojos. Caminaba con tanta seguridad que es probable que muchas bailarinas que
pudieron verme el sábado, llegando insegura y temerosa, no me hubieran
reconocido al verme caminando por la alfombra negra con lunares rojos del club
con tanta, caminando y viendo a todos aún mejor que ellas, con la
actitud de toda una perra.
Una de las cosas buenas del club es que tenían estilistas y si hacías
cita y llegabas temprano te peinaban. Yo no hice cita, pero era lunes y sólo
habían tres mujeres conmigo. Fui con ellos y le prometí a Carlo que lo llevaría a
hacerse un masaje conmigo cuando ganara mas dinero si me planchaba el cabello. Como todo buen gay, aceptó. También me maquilló y me veía cinco años mas
grande. Ésa noche me di cuenta de lo bien que me podía ver cuando me lo
proponía. Estaba empezando a hacerme una experta y sólo había trabajado una
noche.
Pedí una ensalada de nuevo, tenía que cuidar mi cuerpo si iba a vivir
de esto. Fui a buscar a Victoria pero no la encontré por ningún lugar. No había
mucha gente en el club. Subí al tubo de ensayo, no había nadie, empecé a bailar
todo lo que había aprendido el sábado y también le agregaba algo mío. Después
de quince minutos de practicar ya podía dar las vueltas mas rápido y levantar
una pierna, era mas fácil de lo que pensaba. Ponía mis manos atrás del tubo y
bajaba sin caerme, dejaba que mis piernas y mi espalda hicieran todo el trabajo. Estuve ensayando así por una hora. De alguna forma ya me había memorizado todo,
ya tenía una rutina y vaya que era buena.
A las diez de la noche habían como diez clientes. Subí al tubo, bailé
las mismas canciones e hice la rutina que acababa de memorizar media hora
atrás. Ésta vez nadie me pidió que me quitara la ropa, ésta vez sabía que hacer
y como hacerlo.
Conseguí dos privados ésa noche. El primero con seis bailes y el
segundo con cinco.
El primero me invitó cinco copas, así que para el segundo privado yo ya estaba un poco ebria. Ésta vez no tuve tanta suerte. El primero era un mocoso de veinte años festejando su cumpleaños, no guardaba silencio ni un segundo. Hablaba de lo emocionado que estaba y de que iría a vivir a España con su abuela ¿Quién habla de su abuela en un man’s club?
El segundo era un viejo cincuentón que no dejaba de reírse porque según él, uno de mis pechos era notablemente mas pequeño que el otro. Estúpido anciano. Esos pechos asimétricos según su mala concepción de magnitudes, fueron lo mejor que tuvo en su vida. Afortunadamente, yo ya estaba peda y un ruco caliente y pendejo no me causaba mucho conflicto, sólo trataba de imaginarme en otro lugar. Eran las dos y media de la mañana, estaba cobrando mi sueldo cuando pasó lo único que quería que pasara desde que desperté.
El primero me invitó cinco copas, así que para el segundo privado yo ya estaba un poco ebria. Ésta vez no tuve tanta suerte. El primero era un mocoso de veinte años festejando su cumpleaños, no guardaba silencio ni un segundo. Hablaba de lo emocionado que estaba y de que iría a vivir a España con su abuela ¿Quién habla de su abuela en un man’s club?
El segundo era un viejo cincuentón que no dejaba de reírse porque según él, uno de mis pechos era notablemente mas pequeño que el otro. Estúpido anciano. Esos pechos asimétricos según su mala concepción de magnitudes, fueron lo mejor que tuvo en su vida. Afortunadamente, yo ya estaba peda y un ruco caliente y pendejo no me causaba mucho conflicto, sólo trataba de imaginarme en otro lugar. Eran las dos y media de la mañana, estaba cobrando mi sueldo cuando pasó lo único que quería que pasara desde que desperté.
miércoles, 18 de enero de 2012
"Doble moral" Parte III
TILI DE MI VIDA.
Sonó el teléfono del hotel: “Ya son las diez de la mañana señorita Mariana”. Yo no me llamaba así, pero mi identificación sí. Tenía tanto sueño que estuve a punto de decir: -No me llamo Mariana, me llamo Georgina, idiota. Con sueño todavía me levanté de la cama, llegué tan cansada que había dormido desnuda. Mi cabello olía a alcohol y cigarro. Abrí la regadera y no había agua caliente, pero realmente necesitaba el baño, así que me bañé con agua fría. Fue cuando lo ví: El insecto mas repugnante del mundo estaba caminando entre mis pies. Salí corriendo como si el baño se estuviera quemando y el agua hizo que resbalara. Mi rodilla se rebanó inmediatamente con el mosaico blanco y sucio, la sangre y el agua se mezclaban y hacían parecer mi estúpida caída como una película de terror. Me paré adolorida y molesta conmigo misma, tomé papel y presione la herida. Genial. Ahora iba a ir a trabajar con la rodilla de un niño de siete años después de un partido de fútbol en la escuela.
Sonó el teléfono del hotel: “Ya son las diez de la mañana señorita Mariana”. Yo no me llamaba así, pero mi identificación sí. Tenía tanto sueño que estuve a punto de decir: -No me llamo Mariana, me llamo Georgina, idiota. Con sueño todavía me levanté de la cama, llegué tan cansada que había dormido desnuda. Mi cabello olía a alcohol y cigarro. Abrí la regadera y no había agua caliente, pero realmente necesitaba el baño, así que me bañé con agua fría. Fue cuando lo ví: El insecto mas repugnante del mundo estaba caminando entre mis pies. Salí corriendo como si el baño se estuviera quemando y el agua hizo que resbalara. Mi rodilla se rebanó inmediatamente con el mosaico blanco y sucio, la sangre y el agua se mezclaban y hacían parecer mi estúpida caída como una película de terror. Me paré adolorida y molesta conmigo misma, tomé papel y presione la herida. Genial. Ahora iba a ir a trabajar con la rodilla de un niño de siete años después de un partido de fútbol en la escuela.
Estaba empezando a congelarme y el insecto seguía ahí. Me armé de
valor y con una chancla terminé con su triste vida. En realidad, él y yo no
éramos tan diferentes, estábamos solos en un lugar desconocido en un hotel de
mal gusto y preguntándonos si nuestra familia nos extrañaba, siendo victimas,
tan frágiles y corriendo el riesgo de que cualquier humano con fuerza mayor a
nosotros pudiera acabar con nuestra vida. Tal vez era algo dramático, pero eso
fue lo que paso por mi cabeza mientras al pobre insecto se lo llevaba el agua
hacia la coladera. En mi mente llamé al insecto dignidad, ya que me recordaba
lo que una noche atrás había pasado con la mía; se fue al drenaje en un minuto,
me metí a bañar. Fue el baño mas largo y corto de mi vida. Lo sentía eterno, sólo quería acabar, y tardé como cinco minutos en salirme de ese horrible baño. Me puse un pants,
mis tennis, cepillé mi cabello y mis dientes. Salí del hotel, con miedo de
encontrarme a mi mamá. No podía dejar de pensar en lo que ella estaría
haciendo en este momento. Probablemente ya le había hablado a mi padrastro, a
Lorena, la mamá de mi mejor amiga, que después del tiempo, resultó siendo amiga de mi mamá también. Seguramente
estaba hablando mal de mi, diciendo que era una malagradecida y que era una
estúpida, que no quería saber nada de mi nunca y cosas así, porque ese era el
estilo de mamá. Por más que algo le doliera prefería hacerse la fuerte y
también la victima de vez en cuando.
Fui a un Oxxo y compré un celular de trescientos pesos, le hable a
mi mejor amiga y a penas mencioné un "Hola", ella empezó a gritar: -¿¡Eres idiota o que te
pasa!? ¿En donde estabas? ¿Por qué lo hiciste? ¿Estás bien?
Le pedí que me mandara un mensaje con la dirección de su casa, no sabía llegar. No sabía moverme por la ciudad, me mandó un mensaje y le contesté con un simple: “Ok, voy para allá.”
Le pedí que me mandara un mensaje con la dirección de su casa, no sabía llegar. No sabía moverme por la ciudad, me mandó un mensaje y le contesté con un simple: “Ok, voy para allá.”
Al llegar a su casa, le hablé y le dije que saliera. No quería ver a
su mamá. Salió, me abrazó y empecé a llorar. Lloré media hora y ella no dijo una
palabra, que es justo lo que yo quería. Sólo nos acostamos en el jardín y nos
quedamos viendo las casas, como lo habíamos hecho el día que se enteró que su ex
novio ya andaba con otra. Era como un ritual para desahogarnos. Tili era muy
fuerte y me conocía mejor que nadie, tal vez porque éramos muy parecidas y a la
vez muy diferentes. Ella jamás hubiera dejado su casa, odiaba a su mamá, pero su
papá era lo más importante en su vida.
Fumamos sin hablar durante una hora. Cuando la cajetilla se acabó, me
dijo: “Espero que sepas que lo que hiciste fue muy estúpido, pero también muy
valiente de tu parte, si eso te hace felíz. Sabes que yo voy a estar para
apoyarte, pendeja.”
La abracé y nos reímos como estúpidas por cinco minutos, me invitó a
desayunar a su casa lo que era una excelente idea, ya que no había comido nada
desde las ocho de la noche y ya casi era la una de la tarde. Entré a su casa y
su mamá estaba ahí, viéndome con cara de decepción, confusión y todo lo malo
que pudiera pensar de una niña malagradecida y egoísta que se había ido de
casa.
Entramos y como era costumbre para mí, abrí su refrigerador y tomé
leche, me dio galletas y su mamá me preparó un sándwich. Comimos y fuimos a ver
televisión, estuvimos viendo nuestras películas favoritas, vimos: “Mean girls”,“The sweetes thing” y otras. Fumamos toda la tarde y llegó el momento de irme. Me dió ropa, tampones y un vestido negro que dijo podría servirme para la
noche. Le dije que no fuera estúpida, que era domingo y que era mi único día
libre. Empezó a reírse, subí al taxi y fui a dormir a mi nuevo “hogar” el resto
del día.
"Doble moral" Parte II
AL DESNUDO.
Me dejaron pasar. Recuerdo que todo estaba obscuro, con luces rojas o tal vez era luz amarilla y
sillones rojos o luces rojas con sillones rojos…
Sonreí y me quede
viendo mi escote, mientras mis rodillas no dejaban de temblar. Me dijo que pasara
con “mami” para arreglarme y que pidiera lo que quisiera de cenar al restaurant
que estaba a lado. Casualmente el restaurant con el que iba a cenar con mis "padres" casi todos los fines de semana. Me dijo que tenía una hora para
arreglarme y que cuando terminara, fuera a la cabina de sonido a decir mi nombre
(Tenía que ser un nombre falso) y a escoger las dos canciones que iba a bailar; Una tenía que ser rápida y otra lenta. Sabía que estaba cometiendo la mayor estupidez
del mundo pero la vida para mi en realidad no valía mucho y la palabra
“Dignidad” al pasar por esa puerta de vidrio se había roto en mil pedazos.
Fui a lo que ellos
llamaban “Camerino” y habían dos mujeres en ropa interior maquilladas como
transexuales mirándose en el espejo, en realidad todo el cuarto era de espejo. Una mujer gorda me preguntó que si era nueva, no le contesté. Me dió un pañuelo
y me dijo: “Sécate esas lágrimas y empieza a arreglarte” yo ahorita te ayudo a
peinarte.
Me puse el vestido
mas provocador que encontré color rojo, tenía un sostén negro y una tanga roja; me puse unos tacones dorados que me hacían ver como un fenómeno ya que yo medía
1.76 y todas las mujeres de ahí me llegaban, con todo y tacones, a los senos.
Pasaban los minutos y
mas mujeres iban llegando, todas me veían con cara de pocos amigos y una que
otra me preguntaba que si era extranjera, yo les decía que no, aunque en
realidad si lo soy. Nací en Estados Unidos y tenía documentación falsa
pero no podía decírselos, ya que para esas mujeres, todo era competencia y
gracias a mi madre y mis ex novios, yo había aprendido a no confiar en
absolutamente nadie. A pensar primero en mí, después en mí y al final en mí.
Yo siempre fui
insegura, así que ver a esas mujeres tan delgadas y tan perfectas me hacía
sentir mal conmigo misma. Yo no era perfecta, no tenía un abdomen perfectamente
plano, tenía senos medianos, tenía cintura, pero también tenía una cadera
grande y un trasero aún mas grande, tenía piernas largas y aunque no eran
delgadas, quedaban bien a mi cuerpo, tenía una espalda pequeña y brazos largos,
pero aún así no creí poder competir contra las mujeres de ahí.
Afortunadamente yo
tenía algo que ellas no: Clase. Todas ellas eran guapas, pero seguían viéndose
corrientes. Su ropa era barata, su maquillaje tenía brillos de mal gusto y
todas tenían alguna imperfección como lunares grandes en la cara, nariz fea o
cabello feo. Nadie de ahí tenía mis rizos o el tono castaño claro, casi rojizo
de mi cabello. No tenían mi nariz, que aunque no era muy pequeña, era respingada. No tenían mis ojos, grandes y tristes que daban ternura. Mis
pómulos, mis labios pequeños, carnosos y rosas, mi barbilla definida. Nadie se
me parecía en nada y sin embargo, todas ellas se parecían en algo.
Cené una ensalada César, me alboroté los rizos, y me maquillé un poco mas de lo normal. Fui a la
cabina de música escogí dos canciones de Christina Aguilera. Dije el nombre de
mi mamá difunta “Linda” y esperé en uno de los sillones que tenían vista al tubo
principal, donde una mujer completamente desnuda estaba bailando. Traté de ver
todos sus movimientos para aprender algo, ya que yo nunca había bailado.
Eso fue hasta que
llegó la boletera, me presentó a Victoria. Tenía un vestido de cuadros de
campesina, ridículo para mi gusto y que apenas le tapaba algo. Un cabello negro
y largo que brillaba más que la piel de los asientos del club, unos ojos
tapatíos y una sonrisa perfecta. Yo estaba impactada por su belleza, hasta que me
interrumpió y me dijo: “Mucho gusto preciosa, te voy a enseñar a bailar. Un
pajarito me dijo que eres nueva y sé como te sientes, sólo recuerda: Todas
pasamos por esto”.
Fue cuando empecé a
pensar que tal vez quería joderme que estaba celosa y que quería arruinar mi
primer baile pero luego cayó la realidad sobre mí: ¿De qué podría estar celosa
ella? Si era la mujer más bella que yo había visto.
Subimos al segundo
piso del club. Estaba lleno de meseros y había un tubo ahí para practicar. Ella
se subió y empezó a bailar. Yo no podía creer la seguridad que tenía, se
divertía y sabía que se veía bien. Me invitó a subir. Sentí el sudor frío otra
vez en mi espalda, había mas de veinte meseros viendo todo. Ella me enseñó los
pasos y yo la seguía. Los meseros empezaron a aplaudir y a gritar, éramos
las dos, bailando enfrente de desconocidos, sin nada que perder. Fue cuando
escuché: “Linda, a la pista”. Empecé a temblar otra vez, pero Vicky, mi reciente
amiga, me dió una palmada en la nalga y me dijo: "Sólo tienes una vida, vívela."
Bajé las escaleras
rápidamente y subí al “Escenario”, tubo, o como se le pueda llamar a ese lugar.
Empezó la canción que escogí. Tenía un ritmo casi agresivo, pero me inspiraba
para olvidar todo. Me di cuenta de que atrás de mi había una pantalla con mi
nombre en rosa, mejor dicho, el nombre de mi difunta madre, lo cual me resulta un poco
enfermo ahora que lo pienso. Empecé a bailar como nunca imaginé que podría,
olvidé que todos estaban ahí, daba las vueltas que Victoria me había enseñado y
antes de que me diera cuenta la canción lenta había empezado, yo seguí bailando
seductoramente, dando vueltas y observando como todos los hombres de ahí me
veían. En realidad, todos ahí, incluyendo a las bailarinas, me veían. A la mitad
de la canción, ví a mi boletera haciendo señas y hablándome, yo no entendía y
fue cuando alguien gritó: “Ya quítate la ropa”. Así es, había olvidado por
completo lo mas difícil de esto: Desnudarme. Sin pensarlo dos veces me quité el
vestido y unos ancianos de la mesa de la esquina empezar a aplaudir a decir
entre ellos: “Si está buena” “Yo quiero a esa”. Traté de ignorar los
comentarios, me quité el sostén y quedé en tanga. Mis pechos tocaban el tubo
frío y la piel se me erizaba, pero no era tan malo como lo imaginé. Acabó la
canción y todos exclamaban mi nombre.
Bajé las escaleras
rápidamente, un mesero me ayudo a bajar y me vio fijamente a los ojos. Me fui
al camerino, entró la boletera y me dijo: -Acaba de llegar un muy buen cliente,
te vió bailar y quiere tomarse una copa contigo. Ve, no pierdes nada y ganas
cien pesos por cada copa que te invite, voy a ver si te consigo un privado". yo no
entendía que era un privado pero no me sonaba bien. Me llevó a la mesa y fue
cuando lo ví, un hombre de treinta años, guapo y joven, mas educado que nadie
que yo haya visto jamás: Ojos verdes y sonrisa blanca. Olía a loción fina y eso
me tranquilizó, ya que yo era muy especial con los olores. Me senté en sus
piernas y él empezó a tocarlas con sus adultas manos. Me invitó unos tres
tragos y le dijo a la boletera que quería once bailes privados. Todas me vieron
sorprendidas, con cara de odio y la boletera sonrió de una forma que me daba
miedo. Le pregunté si once era mucho y me dijo que el promedio de los privados
era de tres a seis bailes y que esto me iba hacer ganar mucho dinero, mas lo de
las bebidas que eran 100 pesos por cada trago que me invitaran. También me dijo
que él tenía permiso de tocar todo lo que quisiera menos mi parte íntima. Ésa
fue la parte que me confundió, pero la verdad es que quería que me tocara, no
era puta, pero él me gustaba. Fuimos al privado tomados de la mano. Eran unas
cortinas azules con luz muy tenue, entramos y el calor se podía cortar,
inmediatamente su frente empezó a sudar y la mía también. Empecé a frotarme en
sus piernas y a tratar de hacer un baile erótico, lo que en verdad, yo sólo
había visto en películas muy malas donde el pene del hombre nunca se veía. Pero
tan educado, con tanta clase, que me decía que sólo me sentara en sus piernas, que no tenía que bailar. Yo me sentía con la obligación de hacerlo, me estaba pagando y
además yo quería excitarlo. Me gustaba sentir que yo tenía el control, mientras
él tocaba mis senos. Tuvimos una conversación muy relajada y no paraba de
decirme que era su primera vez, pero que yo era muy hermosa y que no había
podido resistirse. Empecé a sudar, el calor era demasiado, pero no era un sudor
que diera asco, era un sudor que iba con el momento. Por alguna razón le
pregunté si le daba asco el sudor y empezó a reír mientras secaba mi frente con
la palma de su mano y me besó. No era una experta en privados pero si sabía que
eso no era algo permitido. Así pasaron las once canciones. Yo no quería que
se acabaran y sé que él tampoco. Me agradeció, besó mi mano y prometió venir a
visitarme. Me acompaño hasta la mesa y me dijo que pidiera otro trago, que él
ya se tenía que ir. Como me hubiera gustado que me llevara con él, que por
primera vez alguien le quitara lo santo, lo virgen a mi cuerpo, no me importaba
que fuera un desconocido. Si tan sólo él hubiera sabido que estaba con una
menor de edad, que acababa de escaparme de casa… las cosas hubieran sido muy
diferentes.
Bailé unas seis veces
mas y no estaba de humor para hacer mas privados. A las 2: 30 am cobré
mi sueldo fijo que era 350 pesos, mis tres copas que eran 300 pesos y mis once
bailes que eran 1650 pesos. Había ganado esa noche 2300 pesos y no me arrepentía
de nada aún.
Tomé un taxi y fui a
mi hotel, con un poco de vergüenza con el taxista que me veía esperando una
oferta sexual, a las tres de la mañana estaba en mi cuarto, viendo una tele en
blanco y negro, pero sólo quería dormir. Las ganas de llorar aparecían cada
diez minutos pero me controlaba y pensaba en algo mas. Me preguntaba si Victoria
estaría al día siguiente, ya no la había visto y moría por contarle toda mi
noche, no quería dormir porque sabía que al despertar vendría lo mas difícil: La
realidad.
"Doble moral" Parte I
ADIÓS MAMÁ.
-
¿Estás harta? ¿Qué haces aquí entonces? Eres igual que tu padre. Decía...no, mas
bien, gritaba mi mamá mientras caminaba por mi obscuro y desordenado cuarto con
el cigarrillo en la mano, con una expresión de rabia en la cara. No recuerdo
con claridad aquel día, mi mente, afortunadamente para mi malhumorado corazón,
había bloqueado aquel momento para no dejar que me siguiera torturando por las
noches. Mi mente necesitaba descansar y al igual que mi madre, estaba harta de
mi flagelo constante.
Ese
día empezó como cualquier otro, eran vacaciones, así que despertaba tarde, despertaba
inmediatamente con ganas de regresar a dormir, ya que recordaba al momento de
abrir mis ojos que tenía que estudiar para pasar todas las materias reprobadas
que tenía. Tenía dieciséis años en ese entonces, lo único que me importaba era
como me veía en el espejo y como me veían los demás al pasar frente a ellos. La
primer cosa que vi esa mañana fue ropa en el suelo, platos en el mueble de la
televisión y maquillaje embarrado en el espejo de pie que estaba al lado del
televisor, pero eso era algo normal para mi, mi vida era un desorden ¿Por qué
mi cuarto tendría que ser diferente? Todo me causaba pereza, nada era digno de
mi esfuerzo y yo, lo único que quería, era dormir, usar mi laptop y comer. No
consideraba salir con amigos porque siempre estaba castigada, comer no lo hacía
tanto ya que quería cuidar mi cuerpo, tenía un trasero grande y mucha comida se
veía reflejada inmediatamente en él. Mi mamá en su fallido intento de ser
“madre” le puso control paternal a mi laptop, de ese que le ponen a los niños
precoces de siete años, para que no vean pornografía. El mundo, de esa forma
demostró que cualquier cosa estúpida que
una madre podía hacer, mi mamá lo podía hacer aún peor; no quería que
socializara en la vida real y tampoco me dejaba hacerlo virtualmente.
El
punto es que mi vida era lejos de ser feliz o funcional. Yo sólo quería
divertirme y que mi mamá me dejara en paz. De lo poco que recuerdo ese día es
que, mi laptop ya se había apagado, estaba aburrida, mi mamá quería obligarme a
ir a un partido al día siguiente y tenía que estudiar. Bueno, la razón
verdadera por la cual no quería ir, era porque odiaba el futbol y prefería irme
a casa de alguna amiga a estar en un estadio lleno de idiotas gritando y
aventándose cerveza, pero al parecer nadie entendía mi punto.
Yo
sé que no era una Santa, a mis dieciséis años fumaba, tomaba y reprobaba mas de
la mitad de las materias, pero a pesar de eso, no era una mala niña; era una
niña tierna, insegura, que no era la mejor ni la peor, sólo era muy inmadura,
una niña casi mujer queriendo un abrazo de su padre o de alguien. Lo que en
verdad quería era un abrazo, no un lazo familiar, pero mi mamá era un hielo
desafortunadamente, nada razonaba con ella y nada le conmovía, todo le parecía
ridículo y su opinión de los
sentimientos es que eran signo de debilidad.
Yo
era una adolescente sensible pero, ¿Qué adolescente no lo es? Aunque no quisiera, todo me afectaba y estaba
harta de mi misma, harta de todos, tomaba decisiones muy drásticas y mandar a
todos al diablo cuando me trataban mal. Sabía ser muy tierna pero también muy
fría si alguien me lastimaba y entre mas fuerte era mi dolor, mas indiferente
mi actitud.
Mi
mamá y yo peleábamos por todo. Pasábamos cinco días de una semana sin
hablarnos. La mayoría del tiempo comía en mi cuarto sola; no tengo hermanos, ni
papá. En realidad tampoco mamá, ella murió cuando tenía un año y medio por un
tumor en la cabeza y mi papá decidió que sería mas sencillo si yo iba a vivir
con su hermana (que es mi tía) y ahora dice ser mi mamá.
No
es una historia trágica, mas bien, drástica. No reclamo nada pero me gustaría
que a veces reconocieran que lo que he vivido no es fácil.
Después
de pelear toda tu vida, te empiezas a estancar, empieza a darte exactamente lo
mismo tu futuro. Eso es lo que me pasó a mí, estaba cansada de mi vida,
realmente no la vivía, sólo la sobrevivía. Fue entonces cuando llegué a la conclusión
de que si la vida no valía nada, ¿Qué perdería yéndome de casa? Podría encontrar
algún día un hombre que me mantuviera, luego me divorciaría y recibiría la
mitad de todo, no era algo tan malo. Muchas mujeres lo hacían en las películas y
tenían éxito, yo no era nada fea, tampoco era estúpida y sabía como ganarme el
corazón de las personas. Así que no le tenía miedo al futuro, creía que podía
comerme al mundo, era una idiota.
Uno
de mis buenos hábitos era ahorrar, ése y el vestirme bien, eran lo único bueno
de mí. Tenía unos 1300 pesos ahorrados, dos cajetillas de cigarros de
emergencia y una decisión tomada, me iría de casa y no planeaba regresar. Esa
misma noche, un sábado catorce de enero a las siete pm, empecé a hacer una
maleta.
Consideré
por mucho tiempo, que podría hacer. La verdad es que no sabía hacer nada, sólo
bailar como puta en las fiestas después de emborracharme y… claro, sabía bailar
como puta.
Yo
no quería bailar, pero tampoco tenía muchas opciones. No sé bien que fue lo que
me motivó a irme por ese camino, pero si recuerdo que por donde vivía estaba
lleno de esos lugares.
Empaqué
en una pequeña maleta morada con olor a humedad, mi ropa interior, mis tenis
más caros, mi vestido favorito, dos pares de tacones, dos jeans, un pants, una
pijama, cinco playeras, dos vestidos, unas chanclas, la identificación de
Mariana ( una compañera de clases), dos trajes de baño (No sé para qué) y una
chamarra.
Luego
agarré la bolsa mas grande que tenía y guardé mis mil trecientos pesos en un
calcetín, metí mis cigarros, mi cepillo de dientes, mi pasta, un encendedor,
mis cosméticos, crema para peinar, perfume, crema para el cuerpo y un folder
con mis documentos mas importantes, porque claro que no planeaba dedicarme a
eso siempre.
Escribí
una nota que decía: “Lo siento mamá, quiero respirar, gracias por estos
dieciséis años, sé feliz.
Me
arreglé el cabello, me perfumé, me puse un abrigo. Tomé mis cosas, fui al
elevador de mi edificio silenciosamente, dejé las cosas al pie de la puerta y
fui con mi mamá a decirle que iba al estacionamiento a sacar un cuaderno del
coche. Me vió y no me contestó. Caminé por la puerta considerando lo que estaba
haciendo, pero, nada era peor que estar ahí, nada era peor que ser prisionera
en mi propia casa.
Pedí
el elevador con lágrimas corriendo por mis mejillas y pegué la nota de adiós
en la puerta. Salí del edificio, el policía me preguntó si mi madre estaba
enterada de mi salida, dije que si y me fui lo mas rápido que pude, para que mi
mamá no pudiera alcanzarme si planeaba hacerlo. Tomé un taxi, con mi maleta y
mi bolsa gigante, empecé a llorar como nunca. El taxista trataba de hacerme
plática y no dejaba de preguntar si estaba bien. Era lógico que no estaba bien,
era una niña de dieciséis años dejando su casa, así que no le contesté, no
estaba de humor para hacer
nuevos amigos. Fui a un hotel barato, de color verde, que olía a sopa y tenía
un árbol con adornos de navidad; era el que estaba mas cerca y no quería gastar
mucho, así que pagué con la identificación de mi amiga por dos noches. Entré al
cuarto, me acosté en la cama y sentí las rasposas cobijas. Dejé mis cosas, fui
al pequeño y frío baño de mi cuarto, me arreglé un poco, me puse el abrigo y
tomé otro taxi camino hacia el mejor club de por ahí que casualmente estaba a
cinco minutos de mi casa.
Cuando
llegué al club, todo mi cuerpo estaba temblando, sentía el sudor frío recorrer
mi espalda dentro de mi abrigo negro, pero ya había decidido empezar una nueva
vida y no había vuelta atrás. Cuando me bajé del taxi me cuestionaba al mismo
tiempo que mis piernas se movían involuntariamente, si Dios estaría viéndome,
preguntándose porque había decidido eso y tachando mi nombre de la lista de
personas que serían perdonadas algún día. Yo no creía en Dios, pero en ese
momento de verdad me preocupaba lo que él pensara. Así de perturbada me
encontraba.
Sabía
que estaba cometiendo un error, pero caminé hacia la puerta. El cadenero me vió de pies a cabeza, me dijo que pasara. Volteé hacia atrás con miedo de que alguien
conocido me viera entrar y seguí caminando. Me recibió el gerente del lugar,
bien vestido y con una cicatriz en la frente, manos largas y una mirada que en
cierto modo, tranquilizaba. Le dije que venía al trabajo, a lo que contesto:
“Has llegado en el momento perfecto”. Asentí.
-
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