Me dejaron pasar. Recuerdo que todo estaba obscuro, con luces rojas o tal vez era luz amarilla y
sillones rojos o luces rojas con sillones rojos…
Sonreí y me quede
viendo mi escote, mientras mis rodillas no dejaban de temblar. Me dijo que pasara
con “mami” para arreglarme y que pidiera lo que quisiera de cenar al restaurant
que estaba a lado. Casualmente el restaurant con el que iba a cenar con mis "padres" casi todos los fines de semana. Me dijo que tenía una hora para
arreglarme y que cuando terminara, fuera a la cabina de sonido a decir mi nombre
(Tenía que ser un nombre falso) y a escoger las dos canciones que iba a bailar; Una tenía que ser rápida y otra lenta. Sabía que estaba cometiendo la mayor estupidez
del mundo pero la vida para mi en realidad no valía mucho y la palabra
“Dignidad” al pasar por esa puerta de vidrio se había roto en mil pedazos.
Fui a lo que ellos
llamaban “Camerino” y habían dos mujeres en ropa interior maquilladas como
transexuales mirándose en el espejo, en realidad todo el cuarto era de espejo. Una mujer gorda me preguntó que si era nueva, no le contesté. Me dió un pañuelo
y me dijo: “Sécate esas lágrimas y empieza a arreglarte” yo ahorita te ayudo a
peinarte.
Me puse el vestido
mas provocador que encontré color rojo, tenía un sostén negro y una tanga roja; me puse unos tacones dorados que me hacían ver como un fenómeno ya que yo medía
1.76 y todas las mujeres de ahí me llegaban, con todo y tacones, a los senos.
Pasaban los minutos y
mas mujeres iban llegando, todas me veían con cara de pocos amigos y una que
otra me preguntaba que si era extranjera, yo les decía que no, aunque en
realidad si lo soy. Nací en Estados Unidos y tenía documentación falsa
pero no podía decírselos, ya que para esas mujeres, todo era competencia y
gracias a mi madre y mis ex novios, yo había aprendido a no confiar en
absolutamente nadie. A pensar primero en mí, después en mí y al final en mí.
Yo siempre fui
insegura, así que ver a esas mujeres tan delgadas y tan perfectas me hacía
sentir mal conmigo misma. Yo no era perfecta, no tenía un abdomen perfectamente
plano, tenía senos medianos, tenía cintura, pero también tenía una cadera
grande y un trasero aún mas grande, tenía piernas largas y aunque no eran
delgadas, quedaban bien a mi cuerpo, tenía una espalda pequeña y brazos largos,
pero aún así no creí poder competir contra las mujeres de ahí.
Afortunadamente yo
tenía algo que ellas no: Clase. Todas ellas eran guapas, pero seguían viéndose
corrientes. Su ropa era barata, su maquillaje tenía brillos de mal gusto y
todas tenían alguna imperfección como lunares grandes en la cara, nariz fea o
cabello feo. Nadie de ahí tenía mis rizos o el tono castaño claro, casi rojizo
de mi cabello. No tenían mi nariz, que aunque no era muy pequeña, era respingada. No tenían mis ojos, grandes y tristes que daban ternura. Mis
pómulos, mis labios pequeños, carnosos y rosas, mi barbilla definida. Nadie se
me parecía en nada y sin embargo, todas ellas se parecían en algo.
Cené una ensalada César, me alboroté los rizos, y me maquillé un poco mas de lo normal. Fui a la
cabina de música escogí dos canciones de Christina Aguilera. Dije el nombre de
mi mamá difunta “Linda” y esperé en uno de los sillones que tenían vista al tubo
principal, donde una mujer completamente desnuda estaba bailando. Traté de ver
todos sus movimientos para aprender algo, ya que yo nunca había bailado.
Eso fue hasta que
llegó la boletera, me presentó a Victoria. Tenía un vestido de cuadros de
campesina, ridículo para mi gusto y que apenas le tapaba algo. Un cabello negro
y largo que brillaba más que la piel de los asientos del club, unos ojos
tapatíos y una sonrisa perfecta. Yo estaba impactada por su belleza, hasta que me
interrumpió y me dijo: “Mucho gusto preciosa, te voy a enseñar a bailar. Un
pajarito me dijo que eres nueva y sé como te sientes, sólo recuerda: Todas
pasamos por esto”.
Fue cuando empecé a
pensar que tal vez quería joderme que estaba celosa y que quería arruinar mi
primer baile pero luego cayó la realidad sobre mí: ¿De qué podría estar celosa
ella? Si era la mujer más bella que yo había visto.
Subimos al segundo
piso del club. Estaba lleno de meseros y había un tubo ahí para practicar. Ella
se subió y empezó a bailar. Yo no podía creer la seguridad que tenía, se
divertía y sabía que se veía bien. Me invitó a subir. Sentí el sudor frío otra
vez en mi espalda, había mas de veinte meseros viendo todo. Ella me enseñó los
pasos y yo la seguía. Los meseros empezaron a aplaudir y a gritar, éramos
las dos, bailando enfrente de desconocidos, sin nada que perder. Fue cuando
escuché: “Linda, a la pista”. Empecé a temblar otra vez, pero Vicky, mi reciente
amiga, me dió una palmada en la nalga y me dijo: "Sólo tienes una vida, vívela."
Bajé las escaleras
rápidamente y subí al “Escenario”, tubo, o como se le pueda llamar a ese lugar.
Empezó la canción que escogí. Tenía un ritmo casi agresivo, pero me inspiraba
para olvidar todo. Me di cuenta de que atrás de mi había una pantalla con mi
nombre en rosa, mejor dicho, el nombre de mi difunta madre, lo cual me resulta un poco
enfermo ahora que lo pienso. Empecé a bailar como nunca imaginé que podría,
olvidé que todos estaban ahí, daba las vueltas que Victoria me había enseñado y
antes de que me diera cuenta la canción lenta había empezado, yo seguí bailando
seductoramente, dando vueltas y observando como todos los hombres de ahí me
veían. En realidad, todos ahí, incluyendo a las bailarinas, me veían. A la mitad
de la canción, ví a mi boletera haciendo señas y hablándome, yo no entendía y
fue cuando alguien gritó: “Ya quítate la ropa”. Así es, había olvidado por
completo lo mas difícil de esto: Desnudarme. Sin pensarlo dos veces me quité el
vestido y unos ancianos de la mesa de la esquina empezar a aplaudir a decir
entre ellos: “Si está buena” “Yo quiero a esa”. Traté de ignorar los
comentarios, me quité el sostén y quedé en tanga. Mis pechos tocaban el tubo
frío y la piel se me erizaba, pero no era tan malo como lo imaginé. Acabó la
canción y todos exclamaban mi nombre.
Bajé las escaleras
rápidamente, un mesero me ayudo a bajar y me vio fijamente a los ojos. Me fui
al camerino, entró la boletera y me dijo: -Acaba de llegar un muy buen cliente,
te vió bailar y quiere tomarse una copa contigo. Ve, no pierdes nada y ganas
cien pesos por cada copa que te invite, voy a ver si te consigo un privado". yo no
entendía que era un privado pero no me sonaba bien. Me llevó a la mesa y fue
cuando lo ví, un hombre de treinta años, guapo y joven, mas educado que nadie
que yo haya visto jamás: Ojos verdes y sonrisa blanca. Olía a loción fina y eso
me tranquilizó, ya que yo era muy especial con los olores. Me senté en sus
piernas y él empezó a tocarlas con sus adultas manos. Me invitó unos tres
tragos y le dijo a la boletera que quería once bailes privados. Todas me vieron
sorprendidas, con cara de odio y la boletera sonrió de una forma que me daba
miedo. Le pregunté si once era mucho y me dijo que el promedio de los privados
era de tres a seis bailes y que esto me iba hacer ganar mucho dinero, mas lo de
las bebidas que eran 100 pesos por cada trago que me invitaran. También me dijo
que él tenía permiso de tocar todo lo que quisiera menos mi parte íntima. Ésa
fue la parte que me confundió, pero la verdad es que quería que me tocara, no
era puta, pero él me gustaba. Fuimos al privado tomados de la mano. Eran unas
cortinas azules con luz muy tenue, entramos y el calor se podía cortar,
inmediatamente su frente empezó a sudar y la mía también. Empecé a frotarme en
sus piernas y a tratar de hacer un baile erótico, lo que en verdad, yo sólo
había visto en películas muy malas donde el pene del hombre nunca se veía. Pero
tan educado, con tanta clase, que me decía que sólo me sentara en sus piernas, que no tenía que bailar. Yo me sentía con la obligación de hacerlo, me estaba pagando y
además yo quería excitarlo. Me gustaba sentir que yo tenía el control, mientras
él tocaba mis senos. Tuvimos una conversación muy relajada y no paraba de
decirme que era su primera vez, pero que yo era muy hermosa y que no había
podido resistirse. Empecé a sudar, el calor era demasiado, pero no era un sudor
que diera asco, era un sudor que iba con el momento. Por alguna razón le
pregunté si le daba asco el sudor y empezó a reír mientras secaba mi frente con
la palma de su mano y me besó. No era una experta en privados pero si sabía que
eso no era algo permitido. Así pasaron las once canciones. Yo no quería que
se acabaran y sé que él tampoco. Me agradeció, besó mi mano y prometió venir a
visitarme. Me acompaño hasta la mesa y me dijo que pidiera otro trago, que él
ya se tenía que ir. Como me hubiera gustado que me llevara con él, que por
primera vez alguien le quitara lo santo, lo virgen a mi cuerpo, no me importaba
que fuera un desconocido. Si tan sólo él hubiera sabido que estaba con una
menor de edad, que acababa de escaparme de casa… las cosas hubieran sido muy
diferentes.
Bailé unas seis veces
mas y no estaba de humor para hacer mas privados. A las 2: 30 am cobré
mi sueldo fijo que era 350 pesos, mis tres copas que eran 300 pesos y mis once
bailes que eran 1650 pesos. Había ganado esa noche 2300 pesos y no me arrepentía
de nada aún.
Tomé un taxi y fui a
mi hotel, con un poco de vergüenza con el taxista que me veía esperando una
oferta sexual, a las tres de la mañana estaba en mi cuarto, viendo una tele en
blanco y negro, pero sólo quería dormir. Las ganas de llorar aparecían cada
diez minutos pero me controlaba y pensaba en algo mas. Me preguntaba si Victoria
estaría al día siguiente, ya no la había visto y moría por contarle toda mi
noche, no quería dormir porque sabía que al despertar vendría lo mas difícil: La
realidad.
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