Llegué a mi cuarto de hotel a las nueve de la noche, era domingo, así
que no tendría que trabajar. Me tranquilizaba y me frustraba, porque recordaba
que no tenía nada interesante que hacer mas que bailar por las noches. No era
una vida divertida y tampoco era como en las películas; no te llenaban la ropa
interior de billetes, las bailarinas no eran como hermanas, al contrario, todas
se odiaban y el dinero lo gastabas en vestuario, hoteles y cosas que no te
permitían tener una vida de buena calidad a la que estaba acostumbrada. Pero
tal vez, era sólo el principio, aprendería a administrarme, manejaría mis
horarios, podría estudiar al mismo tiempo, y dormir todo el domingo, que era mi
día libre. La clave del éxito está en la paciencia y en la dedicación. Para
cuando terminé de analizar todo esto, eran las doce de la noche y me quedé
dormida.
-“Ya son las diez de la mañana señorita Mariana” el estúpido teléfono
otra vez. Sentía que había dormido ni cinco minutos y todavía me quedaba todo un
día de no hacer nada. Mis amigos estarían a esta hora mordiendo sus plumas,
usando sus celulares e ignorando al profesor que les tocara a esa hora, ya que
a las diez con treinta minutos, era el receso, y todos media hora antes, eran
como animales de zoológico que no habían sido alimentados en una semana.
Me paré de la cama despeinada y con mal genio. Fui a bañarme, pero esta
vez me aseguré antes de empezar, de que no hubieran insectos. Por suerte si había
agua caliente, tomé un baño largo y empecé a cuestionarme que iba a hacer con
mi día. Fue cuando decidí conseguir otro trabajo. No sabía hacer muchas cosas
pero nada podría ser peor a lo que ya hacía. Salí de bañarme, me arreglé lo
mejor que pude y tratando de verme lo mas adulta posible, me puse mis lentes
para verme mas intelectual y fui a desayunar al café de la esquina para después
ir a conseguir empleo.
Eran las siete de la noche. Había gastado setecientos pesos en taxi. Había
ido a pedir trabajo de secretaria en mínimo diez lugares y ninguno me aceptó
por mi poca experiencia. Fue todo un día tirado a la basura. Los tacones me
mataban y tenía que seguir usándolos en mi trabajo nocturno. La vida
independiente no era tan fácil como lo había pensado.
Fui directo al club y esta vez entré como si llevara toda mi vida ahí,
el cadenero sabía mi nombre. Ya no sentía el sudor frío en la espalda, firmé en
la hoja de entrada y fui a arreglarme con la “mami”. Ésta vez me esmeré un poco
mas, me puse un sostén de encaje rojo, una tanga que hacía juego, un vestido
negro que de pura suerte cubría la mitad de mi desnudo trasero y unos tacones
rojos. Caminaba con tanta seguridad que es probable que muchas bailarinas que
pudieron verme el sábado, llegando insegura y temerosa, no me hubieran
reconocido al verme caminando por la alfombra negra con lunares rojos del club
con tanta, caminando y viendo a todos aún mejor que ellas, con la
actitud de toda una perra.
Una de las cosas buenas del club es que tenían estilistas y si hacías
cita y llegabas temprano te peinaban. Yo no hice cita, pero era lunes y sólo
habían tres mujeres conmigo. Fui con ellos y le prometí a Carlo que lo llevaría a
hacerse un masaje conmigo cuando ganara mas dinero si me planchaba el cabello. Como todo buen gay, aceptó. También me maquilló y me veía cinco años mas
grande. Ésa noche me di cuenta de lo bien que me podía ver cuando me lo
proponía. Estaba empezando a hacerme una experta y sólo había trabajado una
noche.
Pedí una ensalada de nuevo, tenía que cuidar mi cuerpo si iba a vivir
de esto. Fui a buscar a Victoria pero no la encontré por ningún lugar. No había
mucha gente en el club. Subí al tubo de ensayo, no había nadie, empecé a bailar
todo lo que había aprendido el sábado y también le agregaba algo mío. Después
de quince minutos de practicar ya podía dar las vueltas mas rápido y levantar
una pierna, era mas fácil de lo que pensaba. Ponía mis manos atrás del tubo y
bajaba sin caerme, dejaba que mis piernas y mi espalda hicieran todo el trabajo. Estuve ensayando así por una hora. De alguna forma ya me había memorizado todo,
ya tenía una rutina y vaya que era buena.
A las diez de la noche habían como diez clientes. Subí al tubo, bailé
las mismas canciones e hice la rutina que acababa de memorizar media hora
atrás. Ésta vez nadie me pidió que me quitara la ropa, ésta vez sabía que hacer
y como hacerlo.
Conseguí dos privados ésa noche. El primero con seis bailes y el
segundo con cinco.
El primero me invitó cinco copas, así que para el segundo privado yo ya estaba un poco ebria. Ésta vez no tuve tanta suerte. El primero era un mocoso de veinte años festejando su cumpleaños, no guardaba silencio ni un segundo. Hablaba de lo emocionado que estaba y de que iría a vivir a España con su abuela ¿Quién habla de su abuela en un man’s club?
El segundo era un viejo cincuentón que no dejaba de reírse porque según él, uno de mis pechos era notablemente mas pequeño que el otro. Estúpido anciano. Esos pechos asimétricos según su mala concepción de magnitudes, fueron lo mejor que tuvo en su vida. Afortunadamente, yo ya estaba peda y un ruco caliente y pendejo no me causaba mucho conflicto, sólo trataba de imaginarme en otro lugar. Eran las dos y media de la mañana, estaba cobrando mi sueldo cuando pasó lo único que quería que pasara desde que desperté.
El primero me invitó cinco copas, así que para el segundo privado yo ya estaba un poco ebria. Ésta vez no tuve tanta suerte. El primero era un mocoso de veinte años festejando su cumpleaños, no guardaba silencio ni un segundo. Hablaba de lo emocionado que estaba y de que iría a vivir a España con su abuela ¿Quién habla de su abuela en un man’s club?
El segundo era un viejo cincuentón que no dejaba de reírse porque según él, uno de mis pechos era notablemente mas pequeño que el otro. Estúpido anciano. Esos pechos asimétricos según su mala concepción de magnitudes, fueron lo mejor que tuvo en su vida. Afortunadamente, yo ya estaba peda y un ruco caliente y pendejo no me causaba mucho conflicto, sólo trataba de imaginarme en otro lugar. Eran las dos y media de la mañana, estaba cobrando mi sueldo cuando pasó lo único que quería que pasara desde que desperté.
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