Sonó el teléfono del hotel: “Ya son las diez de la mañana señorita Mariana”. Yo no me llamaba así, pero mi identificación sí. Tenía tanto sueño que estuve a punto de decir: -No me llamo Mariana, me llamo Georgina, idiota. Con sueño todavía me levanté de la cama, llegué tan cansada que había dormido desnuda. Mi cabello olía a alcohol y cigarro. Abrí la regadera y no había agua caliente, pero realmente necesitaba el baño, así que me bañé con agua fría. Fue cuando lo ví: El insecto mas repugnante del mundo estaba caminando entre mis pies. Salí corriendo como si el baño se estuviera quemando y el agua hizo que resbalara. Mi rodilla se rebanó inmediatamente con el mosaico blanco y sucio, la sangre y el agua se mezclaban y hacían parecer mi estúpida caída como una película de terror. Me paré adolorida y molesta conmigo misma, tomé papel y presione la herida. Genial. Ahora iba a ir a trabajar con la rodilla de un niño de siete años después de un partido de fútbol en la escuela.
Estaba empezando a congelarme y el insecto seguía ahí. Me armé de
valor y con una chancla terminé con su triste vida. En realidad, él y yo no
éramos tan diferentes, estábamos solos en un lugar desconocido en un hotel de
mal gusto y preguntándonos si nuestra familia nos extrañaba, siendo victimas,
tan frágiles y corriendo el riesgo de que cualquier humano con fuerza mayor a
nosotros pudiera acabar con nuestra vida. Tal vez era algo dramático, pero eso
fue lo que paso por mi cabeza mientras al pobre insecto se lo llevaba el agua
hacia la coladera. En mi mente llamé al insecto dignidad, ya que me recordaba
lo que una noche atrás había pasado con la mía; se fue al drenaje en un minuto,
me metí a bañar. Fue el baño mas largo y corto de mi vida. Lo sentía eterno, sólo quería acabar, y tardé como cinco minutos en salirme de ese horrible baño. Me puse un pants,
mis tennis, cepillé mi cabello y mis dientes. Salí del hotel, con miedo de
encontrarme a mi mamá. No podía dejar de pensar en lo que ella estaría
haciendo en este momento. Probablemente ya le había hablado a mi padrastro, a
Lorena, la mamá de mi mejor amiga, que después del tiempo, resultó siendo amiga de mi mamá también. Seguramente
estaba hablando mal de mi, diciendo que era una malagradecida y que era una
estúpida, que no quería saber nada de mi nunca y cosas así, porque ese era el
estilo de mamá. Por más que algo le doliera prefería hacerse la fuerte y
también la victima de vez en cuando.
Fui a un Oxxo y compré un celular de trescientos pesos, le hable a
mi mejor amiga y a penas mencioné un "Hola", ella empezó a gritar: -¿¡Eres idiota o que te
pasa!? ¿En donde estabas? ¿Por qué lo hiciste? ¿Estás bien?
Le pedí que me mandara un mensaje con la dirección de su casa, no sabía llegar. No sabía moverme por la ciudad, me mandó un mensaje y le contesté con un simple: “Ok, voy para allá.”
Le pedí que me mandara un mensaje con la dirección de su casa, no sabía llegar. No sabía moverme por la ciudad, me mandó un mensaje y le contesté con un simple: “Ok, voy para allá.”
Al llegar a su casa, le hablé y le dije que saliera. No quería ver a
su mamá. Salió, me abrazó y empecé a llorar. Lloré media hora y ella no dijo una
palabra, que es justo lo que yo quería. Sólo nos acostamos en el jardín y nos
quedamos viendo las casas, como lo habíamos hecho el día que se enteró que su ex
novio ya andaba con otra. Era como un ritual para desahogarnos. Tili era muy
fuerte y me conocía mejor que nadie, tal vez porque éramos muy parecidas y a la
vez muy diferentes. Ella jamás hubiera dejado su casa, odiaba a su mamá, pero su
papá era lo más importante en su vida.
Fumamos sin hablar durante una hora. Cuando la cajetilla se acabó, me
dijo: “Espero que sepas que lo que hiciste fue muy estúpido, pero también muy
valiente de tu parte, si eso te hace felíz. Sabes que yo voy a estar para
apoyarte, pendeja.”
La abracé y nos reímos como estúpidas por cinco minutos, me invitó a
desayunar a su casa lo que era una excelente idea, ya que no había comido nada
desde las ocho de la noche y ya casi era la una de la tarde. Entré a su casa y
su mamá estaba ahí, viéndome con cara de decepción, confusión y todo lo malo
que pudiera pensar de una niña malagradecida y egoísta que se había ido de
casa.
Entramos y como era costumbre para mí, abrí su refrigerador y tomé
leche, me dio galletas y su mamá me preparó un sándwich. Comimos y fuimos a ver
televisión, estuvimos viendo nuestras películas favoritas, vimos: “Mean girls”,“The sweetes thing” y otras. Fumamos toda la tarde y llegó el momento de irme. Me dió ropa, tampones y un vestido negro que dijo podría servirme para la
noche. Le dije que no fuera estúpida, que era domingo y que era mi único día
libre. Empezó a reírse, subí al taxi y fui a dormir a mi nuevo “hogar” el resto
del día.
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