jueves, 19 de enero de 2012

"Doble moral" VI

MIGRAÑA.
Desperté y Victoria estaba maquillándose. Me vió y sonrió. Yo estaba confundida, por lo que había pasado la noche anterior ¿Cogí con ella o sólo nos dormimos en la misma cama?
-“Ni los buenos días me das Georgie, ni que hubiéramos dormido juntas ja, ja, ja.” Esas fueron las palabras de Vicky cuando vió que estaba despierta viendo el techo, tratando de aclarar en mi mente que había sucedido la noche anterior.
Nos acostamos y empezamos a hablar de lo que había pasado. Le pregunté si habíamos tenido algo la noche anterior y empezó a contarme exactamente lo que pasó. Cuando nos fuimos al cuarto teníamos frío y estábamos muertas, así que nos metimos a tomar un baño caliente. Salimos del baño y nos acostamos a dormir en la misma cama, porque Andrea no estaba y no quería dormir sola en la litera, yo estaba acostada de lado y Victoria me abrazó, metió su mano en mi tanga y yo le contesté: No jodas Vicky ya hay que dormirnos. Me dijo que de verdad quería estar conmigo la noche pasada, pero que yo no quise y fue así que decepcionada se acostó viendo hacia el otro lado hasta que se quedó dormida. Al escuchar sus palabras me tranquilicé, no quería tener una aventura con probablemente la única amiga que iba a encontrar en el trabajo. Se empezó a reír, se recostó y yo me acosté en su abdomen. Ella me empezó a contar de el vestido de stripper mas ridículo que había visto en su vida, no terminó de contarme la historia porque justo en ese momento, alguien nos interrumpió.
Escuchamos un ruido en el baño, como si un animal estuviera atrapado y herido. Era como el llanto de un perro atropellado que daba miedo y aturdía. Nos asustamos pero fuimos corriendo hacia el baño, abrimos la puerta y vimos algo mas triste que cualquier animal herido.
Era Andrea, tan delgada como siempre y tan desnuda como la noche anterior, pero con algo lamentablemente diferente, la piel golpeada y el alma destruida.
Estaba bañándose. Su rubio y mojado cabello le cubría la mitad de la espalda, tenía una expresión de dolor en su cara, no dejaba de llorar. Su mejilla derecha estaba raspada y su abdomen tenía golpes marcados que dejaban ver moretones casi negros.
Nos vió entrar y no se pudo contener mas, salió de la regadera y se dejó caer al piso amarillo y brilloso del baño. No dejaba de llorar, pero no era un llanto de tristeza, era un llanto de rabia, de dolor, de odio.
Lloró por una media hora. Para cuando se tranquilizó, su cuerpo desnudo estaba casi seco y el agua la había enfriado. La metimos a bañar con agua caliente, salió, le dimos ropa, toallas y la sentamos en la cama con mucho cuidado, ya que tenía el abdomen prácticamente desbaratado y el dolor no la dejaba moverse mucho. Vicky empezó a cepillar su largo y rubio cabello con mucho cuidado y pregunté lo que alguien tenía que preguntar en algún momento: ¿Qué pasó? Victoria me vió con miedo y Andrea empezó a llorar de nuevo. Se tranquilizó al cabo de quince minutos y empezó a contarnos lo que había pasado.
La noche anterior, en la que Victoria y yo nos fuimos al cuarto, ella se quedó teniendo relaciones con un hombre llamado Alan. Cuando terminaron, ella se vistió y él la aventó a la piscina. Los dos estaban muy ebrios y fue por eso que Andrea no se lo tomó a broma. Se salió de la piscina rápidamente y le dio una bofetada. Los que quedaban despiertos que pudieron ver esa escena empezaron a burlarse de él. Alan, molesto, la volvió a empujar a la alberca y le dijo que nunca volviera a tocarlo con sus manos de puta barata. Andrea le contestó que él era tan patético y poco hombre que tenía que pagar por sexo, que ella podía ser puta, pero era inteligente y podía conseguir al hombre que quisiera, no como él, que había olvidado lo que era conquistar una mujer. Todos empezaron a burlarse de nuevo de Alan y el la agarró a bofetadas, se la llevo al jardín trasero y empezó a patearla, la desnudo y la violó analmente para comprobarle, según él, lo hombre que era. Gritó y lloró toda la noche pero nadie fue a ayudarla.
Al final se la llevó arrastrando a los cuartos, le dijo que se fuera a dormir, que al día siguiente estaría el desayuno preparado y que tratara de descansar. Le dió una toalla, un beso y se fue.
Toda esta pesadilla estaba ocurriendo media hora antes de que nosotras despertáramos. Si tan sólo hubiéramos escuchado sus gritos, si nos hubiéramos despertado treinta minutos antes, hubiéramos podido ayudarle.
Cuando Andrea terminó de contar la historia, Victoria tenía las mejillas con rímel escurrido y las lágrimas no dejaban de salir de sus ojos.
“Es mi culpa, lo siento tanto mi vida, de verdad lo siento”, decía Vicky acariciando la barbilla de Andrea. Ella le contestó: “No es tú culpa, yo sé lo que hago y acepto las consecuencias, deja de preocuparte, no eres mi madre.” –Pero si soy tu hermana y te metí en esto Andrea. Perdón.
No podía creerlo; Victoria y Andrea eran hermanas. No se qué me parecía más imposible, si lo diferentes que eran físicamente: Victoria era alta, con curvas, ojos cafés y tapatíos y Andrea rubia, chaparra, anoréxica y con ojos azules. O que Victoria haya metido a su hermana menor en ésto. Estaba confundida y el ambiente era tan tenso, que decidí salirme del cuarto para que hablaran. No quería ir al jardín por miedo de encontrarme a Alan y que me fuera hacer lo mismo que le hiso a Andrea la noche anterior, así que me quedé sentada enfrente de la puerta de madera que dejaba escuchar hasta el más mínimo sonido que se presentaba en ese cuarto. Escuché a Andrea llorando y suplicándole a Victoria que no lo hiciera. Yo no entendía que estaba pasando, que quería Andrea que no hiciera Victoria.


"Doble moral" V

AMISTADES PELIGROSAS.
 -¿Linda, eres tú? Escuché gritar cuando cobraba mi sueldo en la caja de la barra del bar. Era ella, mi amiga bella y desaparecida, mi maestra de baile…
¡Victoria! Grité entusiasmada. Ella corrió a abrazarme como si fuéramos amigas que se conocen de toda la vida y llevaban años sin verse. Me dió una nalgada por segunda vez y me dijo que me veía muy diferente, a lo que aclaró: “Pero un buen diferente”
Ella llevaba puesto un mini short de mezclilla, unas botas negras y un suéter que dejaba ver el tatuaje extraño que tenía en el abdomen. Sólo ella podía verse tan puta y tan bien a la vez.
Me preguntó mis planes para esa noche. Le contesté que no haría nada, con una mirada de confusión y me dijo que ella ya se iba a una “Fiesta” a un lugar que estaba a tres horas de ahí. Me dijo que  manejaría su amiga Andrea. Que era una fiesta de puros hombres y que les iban a pagar tres mil pesos a cada una por ir a bailar y se podían quedar a dormir en la casa de invitados, con todo el alcohol y alimentos gratis. Podían usar la piscina y la única condición es que bailaran una hora y festejaran con ellos toda la noche. Por supuesto me invitó y yo hice lo que cualquier mujer en mi posición hubiera hecho. Aceptar. O bueno, lo que cualquier mujer EBRIA en mi posición habría hecho.
Le dije que no tenía ropa o trajes de baño, que tendría que ir a mi hotel y me dijo que no, que tenían prisa, que ella traía ropa de más y que me prestaba lo que quisiera. Fue así que me subí a la camioneta de Andrea, una mujer delgada, casi anoréxica, rubia y con sonrisa diabólica.
Andrea tenía su maleta en el asiento de copiloto por alguna estúpida razón, así que Vicky se fue conmigo en la parte trasera. Yo sólo quería dormir. Me esperaba una noche y un día de irónicamente, cosas inesperadas, pero Victoria, era una fiesta con senos y realmente me pegaba su buen humor. Eran las tres de la mañana y nosotras estábamos en carretera tomando vodka con jugo de piña, cantando canciones de una estación de música romántica. Andrea hacía bromas cada dos minutos sobre absolutamente todo y por primera vez en mucho tiempo, me sentí feliz, libre y despreocupada. Cómo me hubiera gustado que Tili estuviera ahí. Ella era la persona con la que hacía ese tipo de estupideces y sentía que le era infiel de alguna forma a nuestra amistad al estar embriagándome sin ella ahí.
No sé cuanto tiempo pasó o en que momento pero Vic y yo nos quedamos dormidas. Alguien empezó a tirar de mi cabello y a tocar mi cuello, eran unas manos heladas y extremadamente huesudas. Claro, eran las manos de Andrea. Ya habíamos llegado.
Cuando bajamos de la camioneta no lo podíamos creer: Era una casa blanca hermosa, con una pared de cristal, con kilómetros de bosque a su alrededor, una piscina iluminada y unos veinte hombres jóvenes esperando adentro. Nos recibieron dos hombres guapos y educados y nos llevaron a un cuarto con dos literas y una cama matrimonial. Nos dijeron que ése era nuestro cuarto y que saliéramos cuando estuviéramos listas. Andrea escogió la cama de arriba de la litera, yo escogí la matrimonial y Victoria la de debajo de Andrea. Empezamos a arreglarnos, fumábamos, nos reíamos escuchábamos el ipod de Victoria que habíamos conectado a unas bocinas del cuarto y armábamos nuestro propio desmadre, hasta que dieron las siete y decidimos salir.
Los hombres empezaron a gritar y a emocionarse como niños de preparatoria. En realidad no habían feos y eso me tranquilizaba, Vic se metió a la alberca con dos hombres y empezó a bailarles ahí. Andrea se subió a una mesa y empezó a desnudarse enfrente de unos doce hombres. Yo no sabía que hacer, estaba completamente helada, hasta que Victoria se acercó a mi y me preguntó: ¿Qué quieres hacer? Le contesté que me daba igual y me dijo: “Pues tienes que hacer algo, para eso nos pagan. Mira, ya sé, hay que hacer un espectáculo para estos pobres diablos, así no vas a estar sola” Yo sólo decía que si pero no entendía de que hablaba. Me aventó a la piscina y todos empezaron a aplaudir. Cinco hombres se quedaron viendo a Andrea y todos los demás estaban con Vic y conmigo. En la piscina había un especie de plataforma para tomar el sol, te acostabas ahí y el agua apenas tapaba una parte de tus senos. Victoria y yo nos subimos ahí y empezamos a bailar, todos nos veían y gritaban obscenidades pero de alguna forma era divertido para mi. No me sentía ofendida ni obligada. De haber estado en el mismo lugar, borracha, con mis amigas, hubiera sido lo mismo pero sin cobrar.
Vic me puso de espaldas y pego su cuerpo en el mío. Empezó a besar mi cuello y yo no entendía que hacía. Discretamente le pregunté y me dijo que era parte del espectáculo, que no fuera una santa. Me quitó la parte de arriba del bikini y luego ella se la quitó. Nosotras seguíamos bailando al ritmo de la extraña música de estos hombres y fue cuando me besó. Fue algo extraño porque no la conocía, ya había besado mujeres antes e incluso me había preguntado si era bisexual, pero nunca había sido así, con tanto calor en el cuerpo, con tantas ganas de besar, tal vez era el alcohol, tal vez era su belleza y su seguridad, tal vez me gustaban las mujeres, tal vez… Sólo me gustaba ella.
La mañana siguió y nosotras cada vez perdimos mas el pudor, nos besamos entre Victoria, Andrea y yo. Estábamos completamente desnudas, nadábamos por la alberca seguíamos tomando sin parar, dejábamos que los hombres nos tocaran de vez en cuando, bailábamos con ellos, los besábamos, les quitábamos la ropa y así siguió toda la mañana hasta que el cuerpo no pudo más. Más de la mitad de los hombres estaban dormidos en el jardín o en los camastro. Andrea estaba cogiendo con uno en la alberca y los demás fumaban y jugaban cartas, Victoria y yo fuimos al cuarto “A dormir” y decidimos tomar un baño caliente antes de acostarnos. Estábamos tan ebrias que no podíamos ni ajustar el agua para que no quemara. Nos bañamos juntas y al terminar me preguntó que si podía dormir en mi cama, después de eso sólo recuerdo lo que pasó la mañana siguiente.




"Doble moral" IV

UNA PROFESIONAL.
Llegué a mi cuarto de hotel a las nueve de la noche, era domingo, así que no tendría que trabajar. Me tranquilizaba y me frustraba, porque recordaba que no tenía nada interesante que hacer mas que bailar por las noches. No era una vida divertida y tampoco era como en las películas; no te llenaban la ropa interior de billetes, las bailarinas no eran como hermanas, al contrario, todas se odiaban y el dinero lo gastabas en vestuario, hoteles y cosas que no te permitían tener una vida de buena calidad a la que estaba acostumbrada. Pero tal vez, era sólo el principio, aprendería a administrarme, manejaría mis horarios, podría estudiar al mismo tiempo, y dormir todo el domingo, que era mi día libre. La clave del éxito está en la paciencia y en la dedicación. Para cuando terminé de analizar todo esto, eran las doce de la noche y me quedé dormida.
-“Ya son las diez de la mañana señorita Mariana” el estúpido teléfono otra vez. Sentía que había dormido ni cinco minutos y todavía me quedaba todo un día de no hacer nada. Mis amigos estarían a esta hora mordiendo sus plumas, usando sus celulares e ignorando al profesor que les tocara a esa hora, ya que a las diez con treinta minutos, era el receso, y todos media hora antes, eran como animales de zoológico que no habían sido alimentados en una semana.
Me paré de la cama despeinada y con mal genio. Fui a bañarme, pero esta vez me aseguré antes de empezar, de que no hubieran insectos. Por suerte si había agua caliente, tomé un baño largo y empecé a cuestionarme que iba a hacer con mi día. Fue cuando decidí conseguir otro trabajo. No sabía hacer muchas cosas pero nada podría ser peor a lo que ya hacía. Salí de bañarme, me arreglé lo mejor que pude y tratando de verme lo mas adulta posible, me puse mis lentes para verme mas intelectual y fui a desayunar al café de la esquina para después ir a conseguir empleo.
Eran las siete de la noche. Había gastado setecientos pesos en taxi. Había ido a pedir trabajo de secretaria en mínimo diez lugares y ninguno me aceptó por mi poca experiencia. Fue todo un día tirado a la basura. Los tacones me mataban y tenía que seguir usándolos en mi trabajo nocturno. La vida independiente no era tan fácil como lo había pensado.
Fui directo al club y esta vez entré como si llevara toda mi vida ahí, el cadenero sabía mi nombre. Ya no sentía el sudor frío en la espalda, firmé en la hoja de entrada y fui a arreglarme con la “mami”. Ésta vez me esmeré un poco mas, me puse un sostén de encaje rojo, una tanga que hacía juego, un vestido negro que de pura suerte cubría la mitad de mi desnudo trasero y unos tacones rojos. Caminaba con tanta seguridad que es probable que muchas bailarinas que pudieron verme el sábado, llegando insegura y temerosa, no me hubieran reconocido al verme caminando por la alfombra negra con lunares rojos del club con tanta, caminando y viendo a todos aún mejor que ellas, con la actitud de toda una perra.
Una de las cosas buenas del club es que tenían estilistas y si hacías cita y llegabas temprano te peinaban. Yo no hice cita, pero era lunes y sólo habían tres mujeres conmigo. Fui con ellos y le prometí a Carlo que lo llevaría a hacerse un masaje conmigo cuando ganara mas dinero si me planchaba el cabello. Como todo buen gay, aceptó. También me maquilló y me veía cinco años mas grande. Ésa noche me di cuenta de lo bien que me podía ver cuando me lo proponía. Estaba empezando a hacerme una experta y sólo había trabajado una noche.
Pedí una ensalada de nuevo, tenía que cuidar mi cuerpo si iba a vivir de esto. Fui a buscar a Victoria pero no la encontré por ningún lugar. No había mucha gente en el club. Subí al tubo de ensayo, no había nadie, empecé a bailar todo lo que había aprendido el sábado y también le agregaba algo mío. Después de quince minutos de practicar ya podía dar las vueltas mas rápido y levantar una pierna, era mas fácil de lo que pensaba. Ponía mis manos atrás del tubo y bajaba sin caerme, dejaba que mis piernas y mi espalda hicieran todo el trabajo. Estuve ensayando así por una hora. De alguna forma ya me había memorizado todo, ya tenía una rutina y vaya que era buena.
A las diez de la noche habían como diez clientes. Subí al tubo, bailé las mismas canciones e hice la rutina que acababa de memorizar media hora atrás. Ésta vez nadie me pidió que me quitara la ropa, ésta vez sabía que hacer y como hacerlo.
Conseguí dos privados ésa noche. El primero con seis bailes y el segundo con cinco. 
El primero me invitó cinco copas, así que para el segundo privado yo ya estaba un poco ebria. Ésta vez no tuve tanta suerte. El primero era un mocoso de veinte años festejando su cumpleaños, no guardaba silencio ni un segundo. Hablaba de lo emocionado que estaba y de que iría a vivir a España con su abuela ¿Quién habla de su abuela en un man’s club? 
El segundo era un viejo cincuentón que no dejaba de reírse porque según él, uno de mis pechos era notablemente mas pequeño que el otro. Estúpido anciano. Esos pechos asimétricos según su mala concepción de magnitudes, fueron lo mejor que tuvo en su vida. Afortunadamente, yo ya estaba peda y un ruco caliente y pendejo no me causaba mucho conflicto, sólo trataba de imaginarme en otro lugar. Eran las dos y media de la mañana, estaba cobrando mi sueldo cuando pasó lo único que quería que pasara desde que desperté.

miércoles, 18 de enero de 2012

"Doble moral" Parte III

TILI DE MI VIDA.
Sonó el teléfono del hotel: “Ya son las diez de la mañana señorita Mariana”. Yo no me llamaba así, pero mi identificación sí. Tenía tanto sueño que estuve a punto de decir: -No me llamo Mariana, me llamo Georgina, idiota. Con sueño todavía me levanté de la cama, llegué tan cansada que había dormido desnuda. Mi cabello olía a alcohol y cigarro. Abrí la regadera y no había agua caliente, pero realmente necesitaba el baño, así que me bañé con agua fría. Fue cuando lo ví: El insecto mas repugnante del mundo estaba caminando entre mis pies. Salí corriendo como si el baño se estuviera quemando y el agua hizo que resbalara. Mi rodilla se rebanó inmediatamente con el mosaico blanco y sucio, la sangre y el agua se mezclaban y hacían parecer mi estúpida caída como una película de terror. Me paré adolorida y molesta conmigo misma, tomé papel y presione la herida. Genial. Ahora iba a ir a trabajar con la rodilla de un niño de siete años después de un partido de fútbol en la escuela.
Estaba empezando a congelarme y el insecto seguía ahí. Me armé de valor y con una chancla terminé con su triste vida. En realidad, él y yo no éramos tan diferentes, estábamos solos en un lugar desconocido en un hotel de mal gusto y preguntándonos si nuestra familia nos extrañaba, siendo victimas, tan frágiles y corriendo el riesgo de que cualquier humano con fuerza mayor a nosotros pudiera acabar con nuestra vida. Tal vez era algo dramático, pero eso fue lo que paso por mi cabeza mientras al pobre insecto se lo llevaba el agua hacia la coladera. En mi mente llamé al insecto dignidad, ya que me recordaba lo que una noche atrás había pasado con la mía; se fue al drenaje en un minuto, me metí a bañar. Fue el baño mas largo y corto de mi vida. Lo sentía eterno, sólo quería acabar, y tardé como cinco minutos en salirme de ese horrible baño. Me puse un pants, mis tennis, cepillé mi cabello y mis dientes. Salí del hotel, con miedo de encontrarme a mi mamá. No podía dejar de pensar en lo que ella estaría haciendo en este momento. Probablemente ya le había hablado a mi padrastro, a Lorena, la mamá de mi mejor amiga, que después del tiempo, resultó siendo amiga de mi mamá también.  Seguramente estaba hablando mal de mi, diciendo que era una malagradecida y que era una estúpida, que no quería saber nada de mi nunca y cosas así, porque ese era el estilo de mamá. Por más que algo le doliera prefería hacerse la fuerte y también la victima de vez en cuando.
Fui a un Oxxo y compré un celular de trescientos pesos, le hable a mi mejor amiga y a penas mencioné un "Hola", ella empezó a gritar: -¿¡Eres idiota o que te pasa!? ¿En donde estabas? ¿Por qué lo hiciste? ¿Estás bien? 
Le pedí que me mandara un mensaje con la dirección de su casa, no sabía llegar. No sabía moverme por la ciudad, me mandó un mensaje y le contesté con un simple: “Ok, voy para allá.”
Al llegar a su casa, le hablé y le dije que saliera. No quería ver a su mamá. Salió, me abrazó y empecé a llorar. Lloré media hora y ella no dijo una palabra, que es justo lo que yo quería. Sólo nos acostamos en el jardín y nos quedamos viendo las casas, como lo habíamos hecho el día que se enteró que su ex novio ya andaba con otra. Era como un ritual para desahogarnos. Tili era muy fuerte y me conocía mejor que nadie, tal vez porque éramos muy parecidas y a la vez muy diferentes. Ella jamás hubiera dejado su casa, odiaba a su mamá, pero su papá era lo más importante en su vida.
Fumamos sin hablar durante una hora. Cuando la cajetilla se acabó, me dijo: “Espero que sepas que lo que hiciste fue muy estúpido, pero también muy valiente de tu parte, si eso te hace felíz. Sabes que yo voy a estar para apoyarte, pendeja.”
La abracé y nos reímos como estúpidas por cinco minutos, me invitó a desayunar a su casa lo que era una excelente idea, ya que no había comido nada desde las ocho de la noche y ya casi era la una de la tarde. Entré a su casa y su mamá estaba ahí, viéndome con cara de decepción, confusión y todo lo malo que pudiera pensar de una niña malagradecida y egoísta que se había ido de casa.
Entramos y como era costumbre para mí, abrí su refrigerador y tomé leche, me dio galletas y su mamá me preparó un sándwich. Comimos y fuimos a ver televisión, estuvimos viendo nuestras películas favoritas, vimos: “Mean girls”,“The sweetes thing” y otras. Fumamos toda la tarde y llegó el momento de irme. Me dió ropa, tampones y un vestido negro que dijo podría servirme para la noche. Le dije que no fuera estúpida, que era domingo y que era mi único día libre. Empezó a reírse, subí al taxi y fui a dormir a mi nuevo “hogar” el resto del día.

"Doble moral" Parte II

 AL DESNUDO.
Me dejaron pasar. Recuerdo que todo estaba obscuro, con luces rojas o tal vez era luz amarilla y sillones rojos o luces rojas con sillones rojos…
Sonreí y me quede viendo mi escote, mientras mis rodillas no dejaban de temblar. Me dijo que pasara con “mami” para arreglarme y que pidiera lo que quisiera de cenar al restaurant que estaba a lado. Casualmente el restaurant con el que iba a cenar con mis "padres" casi todos los fines de semana. Me dijo que tenía una hora para arreglarme y que cuando terminara, fuera a la cabina de sonido a decir mi nombre (Tenía que ser un nombre falso) y a escoger las dos canciones que iba a bailar; Una tenía que ser rápida y otra lenta. Sabía que estaba cometiendo la mayor estupidez del mundo pero la vida para mi en realidad no valía mucho y la palabra “Dignidad” al pasar por esa puerta de vidrio se había roto en mil pedazos.
Fui a lo que ellos llamaban “Camerino” y habían dos mujeres en ropa interior maquilladas como transexuales mirándose en el espejo, en realidad todo el cuarto era de espejo. Una mujer gorda me preguntó que si era nueva, no le contesté. Me dió un pañuelo y me dijo: “Sécate esas lágrimas y empieza a arreglarte” yo ahorita te ayudo a peinarte.
Me puse el vestido mas provocador que encontré color rojo, tenía un sostén negro y una tanga roja; me puse unos tacones dorados que me hacían ver como un fenómeno ya que yo medía 1.76 y todas las mujeres de ahí me llegaban, con todo y tacones, a los senos.
Pasaban los minutos y mas mujeres iban llegando, todas me veían con cara de pocos amigos y una que otra me preguntaba que si era extranjera, yo les decía que no, aunque en realidad si lo soy. Nací en Estados Unidos y tenía documentación falsa pero no podía decírselos, ya que para esas mujeres, todo era competencia y gracias a mi madre y mis ex novios, yo había aprendido a no confiar en absolutamente nadie. A pensar primero en mí, después en mí y al final en mí.
Yo siempre fui insegura, así que ver a esas mujeres tan delgadas y tan perfectas me hacía sentir mal conmigo misma. Yo no era perfecta, no tenía un abdomen perfectamente plano, tenía senos medianos, tenía cintura, pero también tenía una cadera grande y un trasero aún mas grande, tenía piernas largas y aunque no eran delgadas, quedaban bien a mi cuerpo, tenía una espalda pequeña y brazos largos, pero aún así no creí poder competir contra las mujeres de ahí.
Afortunadamente yo tenía algo que ellas no: Clase. Todas ellas eran guapas, pero seguían viéndose corrientes. Su ropa era barata, su maquillaje tenía brillos de mal gusto y todas tenían alguna imperfección como lunares grandes en la cara, nariz fea o cabello feo. Nadie de ahí tenía mis rizos o el tono castaño claro, casi rojizo de mi cabello. No tenían mi nariz, que aunque no era muy pequeña, era respingada. No tenían mis ojos, grandes y tristes que daban ternura. Mis pómulos, mis labios pequeños, carnosos y rosas, mi barbilla definida. Nadie se me parecía en nada y sin embargo, todas ellas se parecían en algo.
Cené una ensalada César, me alboroté los rizos, y me maquillé un poco mas de lo normal. Fui a la cabina de música escogí dos canciones de Christina Aguilera. Dije el nombre de mi mamá difunta “Linda” y esperé en uno de los sillones que tenían vista al tubo principal, donde una mujer completamente desnuda estaba bailando. Traté de ver todos sus movimientos para aprender algo, ya que yo nunca había bailado.
Eso fue hasta que llegó la boletera, me presentó a Victoria. Tenía un vestido de cuadros de campesina, ridículo para mi gusto y que apenas le tapaba algo. Un cabello negro y largo que brillaba más que la piel de los asientos del club, unos ojos tapatíos y una sonrisa perfecta. Yo estaba impactada por su belleza, hasta que me interrumpió y me dijo: “Mucho gusto preciosa, te voy a enseñar a bailar. Un pajarito me dijo que eres nueva y sé como te sientes, sólo recuerda: Todas pasamos por esto”.

Fue cuando empecé a pensar que tal vez quería joderme que estaba celosa y que quería arruinar mi primer baile pero luego cayó la realidad sobre mí: ¿De qué podría estar celosa ella? Si era la mujer más bella que yo había visto.
Subimos al segundo piso del club. Estaba lleno de meseros y había un tubo ahí para practicar. Ella se subió y empezó a bailar. Yo no podía creer la seguridad que tenía, se divertía y sabía que se veía bien. Me invitó a subir. Sentí el sudor frío otra vez en mi espalda, había mas de veinte meseros viendo todo. Ella me enseñó los pasos y yo la seguía. Los meseros empezaron a aplaudir y a gritar, éramos las dos, bailando enfrente de desconocidos, sin nada que perder. Fue cuando escuché: “Linda, a la pista”. Empecé a temblar otra vez, pero Vicky, mi reciente amiga, me dió una palmada en la nalga y me dijo: "Sólo tienes una vida, vívela."
Bajé las escaleras rápidamente y subí al “Escenario”, tubo, o como se le pueda llamar a ese lugar. Empezó la canción que escogí. Tenía un ritmo casi agresivo, pero me inspiraba para olvidar todo. Me di cuenta de que atrás de mi había una pantalla con mi nombre en rosa, mejor dicho, el nombre de mi difunta madre, lo cual me resulta un poco enfermo ahora que lo pienso. Empecé a bailar como nunca imaginé que podría, olvidé que todos estaban ahí, daba las vueltas que Victoria me había enseñado y antes de que me diera cuenta la canción lenta había empezado, yo seguí bailando seductoramente, dando vueltas y observando como todos los hombres de ahí me veían. En realidad, todos ahí, incluyendo a las bailarinas, me veían. A la mitad de la canción, ví a mi boletera haciendo señas y hablándome, yo no entendía y fue cuando alguien gritó: “Ya quítate la ropa”. Así es, había olvidado por completo lo mas difícil de esto: Desnudarme. Sin pensarlo dos veces me quité el vestido y unos ancianos de la mesa de la esquina empezar a aplaudir a decir entre ellos: “Si está buena” “Yo quiero a esa”. Traté de ignorar los comentarios, me quité el sostén y quedé en tanga. Mis pechos tocaban el tubo frío y la piel se me erizaba, pero no era tan malo como lo imaginé. Acabó la canción y todos exclamaban mi nombre. 
Bajé las escaleras rápidamente, un mesero me ayudo a bajar y me vio fijamente a los ojos. Me fui al camerino, entró la boletera y me dijo: -Acaba de llegar un muy buen cliente, te vió bailar y quiere tomarse una copa contigo. Ve, no pierdes nada y ganas cien pesos por cada copa que te invite, voy a ver si te consigo un privado". yo no entendía que era un privado pero no me sonaba bien. Me llevó a la mesa y fue cuando lo ví, un hombre de treinta años, guapo y joven, mas educado que nadie que yo haya visto jamás: Ojos verdes y sonrisa blanca. Olía a loción fina y eso me tranquilizó, ya que yo era muy especial con los olores. Me senté en sus piernas y él empezó a tocarlas con sus adultas manos. Me invitó unos tres tragos y le dijo a la boletera que quería once bailes privados. Todas me vieron sorprendidas, con cara de odio y la boletera sonrió de una forma que me daba miedo. Le pregunté si once era mucho y me dijo que el promedio de los privados era de tres a seis bailes y que esto me iba hacer ganar mucho dinero, mas lo de las bebidas que eran 100 pesos por cada trago que me invitaran. También me dijo que él tenía permiso de tocar todo lo que quisiera menos mi parte íntima. Ésa fue la parte que me confundió, pero la verdad es que quería que me tocara, no era puta, pero él me gustaba. Fuimos al privado tomados de la mano. Eran unas cortinas azules con luz muy tenue, entramos y el calor se podía cortar, inmediatamente su frente empezó a sudar y la mía también. Empecé a frotarme en sus piernas y a tratar de hacer un baile erótico, lo que en verdad, yo sólo había visto en películas muy malas donde el pene del hombre nunca se veía. Pero tan educado, con tanta clase, que me decía que sólo me sentara en sus piernas, que no tenía que bailar. Yo me sentía con la obligación de hacerlo, me estaba pagando y además yo quería excitarlo. Me gustaba sentir que yo tenía el control, mientras él tocaba mis senos. Tuvimos una conversación muy relajada y no paraba de decirme que era su primera vez, pero que yo era muy hermosa y que no había podido resistirse. Empecé a sudar, el calor era demasiado, pero no era un sudor que diera asco, era un sudor que iba con el momento. Por alguna razón le pregunté si le daba asco el sudor y empezó a reír mientras secaba mi frente con la palma de su mano y me besó. No era una experta en privados pero si sabía que eso no era algo permitido. Así pasaron las once canciones. Yo no quería que se acabaran y sé que él tampoco. Me agradeció, besó mi mano y prometió venir a visitarme. Me acompaño hasta la mesa y me dijo que pidiera otro trago, que él ya se tenía que ir. Como me hubiera gustado que me llevara con él, que por primera vez alguien le quitara lo santo, lo virgen a mi cuerpo, no me importaba que fuera un desconocido. Si tan sólo él hubiera sabido que estaba con una menor de edad, que acababa de escaparme de casa… las cosas hubieran sido muy diferentes.
Bailé unas seis veces mas y no estaba de humor para hacer mas privados. A las 2: 30 am cobré mi sueldo fijo que era 350 pesos, mis tres copas que eran 300 pesos y mis once bailes que eran 1650 pesos. Había ganado esa noche 2300 pesos y no me arrepentía de nada aún.
Tomé un taxi y fui a mi hotel, con un poco de vergüenza con el taxista que me veía esperando una oferta sexual, a las tres de la mañana estaba en mi cuarto, viendo una tele en blanco y negro, pero sólo quería dormir. Las ganas de llorar aparecían cada diez minutos pero me controlaba y pensaba en algo mas. Me preguntaba si Victoria estaría al día siguiente, ya no la había visto y moría por contarle toda mi noche, no quería dormir porque sabía que al despertar vendría lo mas difícil: La realidad.

"Doble moral" Parte I

ADIÓS MAMÁ.
- ¿Estás harta? ¿Qué haces aquí entonces? Eres igual que tu padre. Decía...no, mas bien, gritaba mi mamá mientras caminaba por mi obscuro y desordenado cuarto con el cigarrillo en la mano, con una expresión de rabia en la cara. No recuerdo con claridad aquel día, mi mente, afortunadamente para mi malhumorado corazón, había bloqueado aquel momento para no dejar que me siguiera torturando por las noches. Mi mente necesitaba descansar y al igual que mi madre, estaba harta de mi flagelo constante.
Ese día empezó como cualquier otro, eran vacaciones, así que despertaba tarde, despertaba inmediatamente con ganas de regresar a dormir, ya que recordaba al momento de abrir mis ojos que tenía que estudiar para pasar todas las materias reprobadas que tenía. Tenía dieciséis años en ese entonces, lo único que me importaba era como me veía en el espejo y como me veían los demás al pasar frente a ellos. La primer cosa que vi esa mañana fue ropa en el suelo, platos en el mueble de la televisión y maquillaje embarrado en el espejo de pie que estaba al lado del televisor, pero eso era algo normal para mi, mi vida era un desorden ¿Por qué mi cuarto tendría que ser diferente? Todo me causaba pereza, nada era digno de mi esfuerzo y yo, lo único que quería, era dormir, usar mi laptop y comer. No consideraba salir con amigos porque siempre estaba castigada, comer no lo hacía tanto ya que quería cuidar mi cuerpo, tenía un trasero grande y mucha comida se veía reflejada inmediatamente en él.  Mi mamá en su fallido intento de ser “madre” le puso control paternal a mi laptop, de ese que le ponen a los niños precoces de siete años, para que no vean pornografía. El mundo, de esa forma demostró que cualquier  cosa estúpida que una madre podía hacer, mi mamá lo podía hacer aún peor; no quería que socializara en la vida real y tampoco me dejaba hacerlo virtualmente.
El punto es que mi vida era lejos de ser feliz o funcional. Yo sólo quería divertirme y que mi mamá me dejara en paz. De lo poco que recuerdo ese día es que, mi laptop ya se había apagado, estaba aburrida, mi mamá quería obligarme a ir a un partido al día siguiente y tenía que estudiar. Bueno, la razón verdadera por la cual no quería ir, era porque odiaba el futbol y prefería irme a casa de alguna amiga a estar en un estadio lleno de idiotas gritando y aventándose cerveza, pero al parecer nadie entendía mi punto.
Yo sé que no era una Santa, a mis dieciséis años fumaba, tomaba y reprobaba mas de la mitad de las materias, pero a pesar de eso, no era una mala niña; era una niña tierna, insegura, que no era la mejor ni la peor, sólo era muy inmadura, una niña casi mujer queriendo un abrazo de su padre o de alguien. Lo que en verdad quería era un abrazo, no un lazo familiar, pero mi mamá era un hielo desafortunadamente, nada razonaba con ella y nada le conmovía, todo le parecía ridículo y  su opinión de los sentimientos es que eran signo de debilidad.
Yo era una adolescente sensible pero, ¿Qué adolescente no lo es?  Aunque no quisiera, todo me afectaba y estaba harta de mi misma, harta de todos, tomaba decisiones muy drásticas y mandar a todos al diablo cuando me trataban mal. Sabía ser muy tierna pero también muy fría si alguien me lastimaba y entre mas fuerte era mi dolor, mas indiferente mi actitud.
Mi mamá y yo peleábamos por todo. Pasábamos cinco días de una semana sin hablarnos. La mayoría del tiempo comía en mi cuarto sola; no tengo hermanos, ni papá. En realidad tampoco mamá, ella murió cuando tenía un año y medio por un tumor en la cabeza y mi papá decidió que sería mas sencillo si yo iba a vivir con su hermana (que es mi tía) y ahora dice ser mi mamá.
No es una historia trágica, mas bien, drástica. No reclamo nada pero me gustaría que a veces reconocieran que lo que he vivido no es fácil.
Después de pelear toda tu vida, te empiezas a estancar, empieza a darte exactamente lo mismo tu futuro. Eso es lo que me pasó a mí, estaba cansada de mi vida, realmente no la vivía, sólo la sobrevivía. Fue entonces cuando llegué a la conclusión de que si la vida no valía nada, ¿Qué perdería yéndome de casa? Podría encontrar algún día un hombre que me mantuviera, luego me divorciaría y recibiría la mitad de todo, no era algo tan malo. Muchas mujeres lo hacían en las películas y tenían éxito, yo no era nada fea, tampoco era estúpida y sabía como ganarme el corazón de las personas. Así que no le tenía miedo al futuro, creía que podía comerme al mundo, era una idiota.
Uno de mis buenos hábitos era ahorrar, ése y el vestirme bien, eran lo único bueno de mí. Tenía unos 1300 pesos ahorrados, dos cajetillas de cigarros de emergencia y una decisión tomada, me iría de casa y no planeaba regresar. Esa misma noche, un sábado catorce de enero a las siete pm, empecé a hacer una maleta.
Consideré por mucho tiempo, que podría hacer. La verdad es que no sabía hacer nada, sólo bailar como puta en las fiestas después de emborracharme y… claro, sabía bailar como puta.
Yo no quería bailar, pero tampoco tenía muchas opciones. No sé bien que fue lo que me motivó a irme por ese camino, pero si recuerdo que por donde vivía estaba lleno de esos lugares.
Empaqué en una pequeña maleta morada con olor a humedad, mi ropa interior, mis tenis más caros, mi vestido favorito, dos pares de tacones, dos jeans, un pants, una pijama, cinco playeras, dos vestidos, unas chanclas, la identificación de Mariana ( una compañera de clases), dos trajes de baño (No sé para qué) y una chamarra.
Luego agarré la bolsa mas grande que tenía y guardé mis mil trecientos pesos en un calcetín, metí mis cigarros, mi cepillo de dientes, mi pasta, un encendedor, mis cosméticos, crema para peinar, perfume, crema para el cuerpo y un folder con mis documentos mas importantes, porque claro que no planeaba dedicarme a eso siempre.
Escribí una nota que decía: “Lo siento mamá, quiero respirar, gracias por estos dieciséis años, sé feliz.
Me arreglé el cabello, me perfumé, me puse un abrigo. Tomé mis cosas, fui al elevador de mi edificio silenciosamente, dejé las cosas al pie de la puerta y fui con mi mamá a decirle que iba al estacionamiento a sacar un cuaderno del coche. Me vió y no me contestó. Caminé por la puerta considerando lo que estaba haciendo, pero, nada era peor que estar ahí, nada era peor que ser prisionera en mi propia casa.
Pedí el elevador con lágrimas corriendo por mis mejillas y pegué la nota de adiós en la puerta. Salí del edificio, el policía me preguntó si mi madre estaba enterada de mi salida, dije que si y me fui lo mas rápido que pude, para que mi mamá no pudiera alcanzarme si planeaba hacerlo. Tomé un taxi, con mi maleta y mi bolsa gigante, empecé a llorar como nunca. El taxista trataba de hacerme plática y no dejaba de preguntar si estaba bien. Era lógico que no estaba bien, era una niña de dieciséis años dejando su casa, así que no le contesté, no estaba de humor  para hacer nuevos amigos. Fui a un hotel barato, de color verde, que olía a sopa y tenía un árbol con adornos de navidad; era el que estaba mas cerca y no quería gastar mucho, así que pagué con la identificación de mi amiga por dos noches. Entré al cuarto, me acosté en la cama y sentí las rasposas cobijas. Dejé mis cosas, fui al pequeño y frío baño de mi cuarto, me arreglé un poco, me puse el abrigo y tomé otro taxi camino hacia el mejor club de por ahí que casualmente estaba a cinco minutos de mi casa.
Cuando llegué al club, todo mi cuerpo estaba temblando, sentía el sudor frío recorrer mi espalda dentro de mi abrigo negro, pero ya había decidido empezar una nueva vida y no había vuelta atrás. Cuando me bajé del taxi me cuestionaba al mismo tiempo que mis piernas se movían involuntariamente, si Dios estaría viéndome, preguntándose porque había decidido eso y tachando mi nombre de la lista de personas que serían perdonadas algún día. Yo no creía en Dios, pero en ese momento de verdad me preocupaba lo que él pensara. Así de perturbada me encontraba.
Sabía que estaba cometiendo un error, pero caminé hacia la puerta. El cadenero me vió de pies a cabeza, me dijo que pasara. Volteé hacia atrás con miedo de que alguien conocido me viera entrar y seguí caminando. Me recibió el gerente del lugar, bien vestido y con una cicatriz en la frente, manos largas y una mirada que en cierto modo, tranquilizaba. Le dije que venía al trabajo, a lo que contesto: “Has llegado en el momento perfecto”. Asentí.

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