sábado, 4 de agosto de 2012

Papá.

En mi infierno no había fuego, habían puños. En mi libro no habían palabras, sólo sentimientos. Mis lágrimas no tenían agua, tenían aire, en mi árbol no habían hojas, sólo ramas. No quería hacerme daño porque en realidad no quería nada de mi, no pensaba en mi dolor porque el de él, era más grande. No había un dulce olor familiar, sólo había olor a alcohol, con el cual algún día debí incendiar tantas promesas de falso amor. No hay odio en mi corazón, sólo una despedida que no pasó, no hay sangre que nos una para siempre, no hay ni un poco de rencor, hay maldiciones y signos de interrogación, hay un te amo que nunca se ganó. No hay una hija y un padre,  para ese tipo de villanos no existe prisión. Ya no hay una niña que lloraba por dolor, sólo hay un deseo de otorgarle el perdón. Y no deseo su regreso, tampoco un abrazo, deseo saber de él pero no de su fracaso. Siempre estarás presente y aunque estés lejos te deseo suerte,  no te avergüences de ser un padre ausente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario